El embajador de los Estados Unidos, James
--Wally-- Brewster, resulta cansino con sus constantes referencias al
visado estadounidense y la amenaza de cancelarlo por retaliación a
quienes considera desafectos a su gestión, o simplemente por sus
antipatías personales.
Es inolvidable el llamado que hizo el año pasado en la Cámara Americana de Comercio a quienes estaban en desacuerdo con sus opiniones para que devolvieran la visa al Consulado americano.
Y lo peor: es capaz de cumplir sus amenazas…
Como lo hizo con Roberto Rosario, de quien luego se ocupó personalmente de cabildear en el Departamento de Estado su venganza contra un funcionario que se ha empeñado en cumplir la Constitución y que no se arrodilló ni soportó necedades para aumentar sus posibilidades de mantenerse al frente de la Junta Central Electoral… …Porque todo el mundo sabe que la intención era doblegar a Rosario para despejar el camino que permitiera asumir el control del Registro Civil, que es el deseo de los grupos que --apadrinados por la USAID--, quieren “dominicanizar” de un plumazo a por lo menos medio millón de haitianos.
Recientemente, Brewster llegó más lejos al referirse a la cancelación de la visa al presidente de la JCE. Se quejó del despliegue mediático que había tenido el caso, que aparentemente entiende excesivo, y lo atribuyó a “columnistas, editorialistas y otros portavoces” que supuestamente estarían utilizando este tema con fines políticos y para promover asuntos que, según sus palabras, “no tienden a despertar tanta hostilidad”.
Estas actitudes intolerantes no son nuevas en Brewster. Ya había vetado la presencia en las actividades de la embajada al periódico Diario Libre porque le molestó la publicación de una foto donde él, su esposo y algunos amigos posaban dentro de la piscina de la embajada de los Estados Unidos. Una foto que ellos mismos colgaron en las redes sociales.
Sus amenazas no deben tomarse a la ligera porque él ha demostrado excesiva sensibilidad a las críticas. Es probable que sea producto de algún sentido de superioridad como consecuencia de su ego inflado por gente que, desde el Estado o desde la sociedad civil, lo mal acostumbraron por su trato servil, como si fuera un procónsul o gobernador de colonia… Pero, además, tanto él como su marido suelen arrogarse calidades que no les corresponden confundiendo asuntos personales con oficiales o institucionales… …Porque una crítica a ellos, no necesariamente implica una crítica hacia los Estados Unidos. Y lo que cualquiera pueda pensar de esa nación no es vinculante con la opinión que se pueda tener de alguna de sus autoridades. Mucho menos de un representante diplomático que ni siquiera es de carrera y que tal vez le queda poco tiempo en nuestro país.
Los embajadores son representantes de sus países. Pero son personalmente responsables de su comportamiento y de cómo se relacionan con el Estado y con la sociedad que los acoge… Y si esas conductas generan rechazos en segmentos de la prensa o de la clase política, es exclusiva responsabilidad del diplomático y se contabilizan dentro de las debilidades de su gestión y del país que representa.
Los Estados Unidos tiene como fundamento existencial --como si tratara de su ADN--, la libertad y el respeto a la diversidad.
Los primeros colonos que ocuparon el nordeste del continente americano fueron puritanos calvinistas que salieron huyendo de la persecución religiosa por parte de la Iglesia Anglicana del siglo XVII… Y la lucha por la libertad fue llama que enardeció la Revolución Americana.
No en vano la primera enmienda de la Constitución estadounidense consagra la libertad religiosa y prohíbe cualquier ley que pueda limitar la libertad de expresión y la práctica libre del periodismo. Por tanto, nada demuestra mejor el divorcio entre la diplomacia de Brewster y los valores de los Estados Unidos de América que su intolerancia a la crítica o sus vanos intentos de intimidar a la prensa.
Pero si él cree que con amenazas de cancelar visas va a amedrentar a quienes le critican, sería bueno que sepa que este país está poblado por personas que no condicionan sus opiniones y actuaciones y, menos aún, su dignidad, a cambio de una visa cuya cancelación --cual es el caso de Roberto Rosario--, no constituye estigma alguno ni implica una degradación moral o ética.
Y si el señor Brewster lograra que a partir de chismes e intrigas le fuera revocado el visado a “columnistas, editorialistas y otros portavoces” que no sean de su agrado, debería buscar la historia de uno de sus predecesores, el infame William Tapley Bennett y su miserable papel en la Revolución de 1965… ¡…Así se enteraría de que en este país no hay miedo!
Por Oscar Medina ;-
Es inolvidable el llamado que hizo el año pasado en la Cámara Americana de Comercio a quienes estaban en desacuerdo con sus opiniones para que devolvieran la visa al Consulado americano.
Y lo peor: es capaz de cumplir sus amenazas…
Como lo hizo con Roberto Rosario, de quien luego se ocupó personalmente de cabildear en el Departamento de Estado su venganza contra un funcionario que se ha empeñado en cumplir la Constitución y que no se arrodilló ni soportó necedades para aumentar sus posibilidades de mantenerse al frente de la Junta Central Electoral… …Porque todo el mundo sabe que la intención era doblegar a Rosario para despejar el camino que permitiera asumir el control del Registro Civil, que es el deseo de los grupos que --apadrinados por la USAID--, quieren “dominicanizar” de un plumazo a por lo menos medio millón de haitianos.
Recientemente, Brewster llegó más lejos al referirse a la cancelación de la visa al presidente de la JCE. Se quejó del despliegue mediático que había tenido el caso, que aparentemente entiende excesivo, y lo atribuyó a “columnistas, editorialistas y otros portavoces” que supuestamente estarían utilizando este tema con fines políticos y para promover asuntos que, según sus palabras, “no tienden a despertar tanta hostilidad”.
Estas actitudes intolerantes no son nuevas en Brewster. Ya había vetado la presencia en las actividades de la embajada al periódico Diario Libre porque le molestó la publicación de una foto donde él, su esposo y algunos amigos posaban dentro de la piscina de la embajada de los Estados Unidos. Una foto que ellos mismos colgaron en las redes sociales.
Sus amenazas no deben tomarse a la ligera porque él ha demostrado excesiva sensibilidad a las críticas. Es probable que sea producto de algún sentido de superioridad como consecuencia de su ego inflado por gente que, desde el Estado o desde la sociedad civil, lo mal acostumbraron por su trato servil, como si fuera un procónsul o gobernador de colonia… Pero, además, tanto él como su marido suelen arrogarse calidades que no les corresponden confundiendo asuntos personales con oficiales o institucionales… …Porque una crítica a ellos, no necesariamente implica una crítica hacia los Estados Unidos. Y lo que cualquiera pueda pensar de esa nación no es vinculante con la opinión que se pueda tener de alguna de sus autoridades. Mucho menos de un representante diplomático que ni siquiera es de carrera y que tal vez le queda poco tiempo en nuestro país.
Los embajadores son representantes de sus países. Pero son personalmente responsables de su comportamiento y de cómo se relacionan con el Estado y con la sociedad que los acoge… Y si esas conductas generan rechazos en segmentos de la prensa o de la clase política, es exclusiva responsabilidad del diplomático y se contabilizan dentro de las debilidades de su gestión y del país que representa.
Los Estados Unidos tiene como fundamento existencial --como si tratara de su ADN--, la libertad y el respeto a la diversidad.
Los primeros colonos que ocuparon el nordeste del continente americano fueron puritanos calvinistas que salieron huyendo de la persecución religiosa por parte de la Iglesia Anglicana del siglo XVII… Y la lucha por la libertad fue llama que enardeció la Revolución Americana.
No en vano la primera enmienda de la Constitución estadounidense consagra la libertad religiosa y prohíbe cualquier ley que pueda limitar la libertad de expresión y la práctica libre del periodismo. Por tanto, nada demuestra mejor el divorcio entre la diplomacia de Brewster y los valores de los Estados Unidos de América que su intolerancia a la crítica o sus vanos intentos de intimidar a la prensa.
Pero si él cree que con amenazas de cancelar visas va a amedrentar a quienes le critican, sería bueno que sepa que este país está poblado por personas que no condicionan sus opiniones y actuaciones y, menos aún, su dignidad, a cambio de una visa cuya cancelación --cual es el caso de Roberto Rosario--, no constituye estigma alguno ni implica una degradación moral o ética.
Y si el señor Brewster lograra que a partir de chismes e intrigas le fuera revocado el visado a “columnistas, editorialistas y otros portavoces” que no sean de su agrado, debería buscar la historia de uno de sus predecesores, el infame William Tapley Bennett y su miserable papel en la Revolución de 1965… ¡…Así se enteraría de que en este país no hay miedo!
Por Oscar Medina ;-
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