El Gobierno dominicano le está dando al mundo una elocuente lección
de su capacidad para la solidaridad humana al disponer para Haití una
voluminosa ayuda que le permita recuperarse de las devastaciones
causadas por el huracán Matthew la semana pasada.
Más de 500 camiones cargados de alimentos, productos del agro,
materiales de construcción, frazadas, medicinas, plantas eléctricas,
agua potable, junto con un contingente de más de 300 hombres que
trabajarán directamente en los operativos de asistencia, es la respuesta
patente de nuestro país ante la calamidad del vecino.
El Presidente Danilo Medina, primer mandatario latinoamericano y
caribeño en llegar al suelo haitiano justo en las horas posteriores a la
destrucción, no vaciló en dar a Haití la ayuda que necesita en estos
momentos aciagos.
Mientras la comunidad internacional preconiza una “solidaridad” de la
boca para afuera y pretende erigirse a menudo en defensora de los
derechos humanos, República Dominicana pasa de la palabra a los hechos,
casi asumiendo como propia la tragedia haitiana, aún cuando persiste
pobreza en nuestro país.
Defender los derechos humanos es defender el derecho a la
alimentación, al techo, a una salud bien cuidada y protegida de las
epidemias, al vestido que cubre los cuerpos de quienes lo perdieron todo
y a otras necesidades humanas y eso, justamente, es lo que está
demostrando República Dominicana al suplir esta inconmensurable
asistencia a Haití.
Que conste que no es la primera vez que República Dominicana actúa a
favor de Haití, sean cuales sean las circunstancias, porque en el 2010,
al producirse el terremoto, fuimos los primeros en acudir con ayuda de
todo tipo, flexibilizando las normas de ingreso por la frontera ante tal
calamidad, y destinando año por año del presupuesto nacional elevadas
partidas para cubrir, en gratuidad, los servicios de partos o atenciones
hospitalarias de todo género.
También el país ha sido generoso al permitir que niños y adolescentes
haitianos, que cruzan la frontera, reciban docencia en las escuelas de
tanda extendida (con desayuno, comida y merienda), que no podrían tener
de ninguna manera en Haití, así como el privilegio de otorgarles
matrículas subsidiadas a los universitarios haitianos que estudian en
nuestras academias.
Pese a todo este conjunto de ayudas generosas, resulta inexplicable
que la “comunidad internacional” y varias Ongs insistan en acusar a
nuestro pais de mantener políticas discriminatorias, xenófobas y
violadoras de los derechos humanos, cuando los hechos dicen lo
contrario.
Tomado del editorial de
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