Llama mi atención que, cuantas veces se esgrime el expediente de
protestar por los bajos salarios de los miembros de alguna institución, o
la falta de asignación presupuestaria para una entidad, el primer
disparo se dirige hacia el Gobernador del Banco Central, quien,
supuestamente, disfruta de un paquete que le representa ingresos por más
de un millón de pesos mensuales, lo cual “riñe con los términos de la
Ley, que indica no debe existir en la cosa pública un salario mayor que
el del Presidente”.
Aclaro que no soy asesor del Banco Central ni tengo negocios con esa
institución, por lo que puedo opinar sin sospechas de ser genuflexo
prosélito. Cierto es que en todo el mundo debe primar un criterio
diferente en cuanto a las compensaciones de los funcionarios del sector
público versus el privado. Por ejemplo, el Presidente Obama, la
Chairwoman de la Reserva Federal y otros altos funcionarios de los EEUU
ganan mucho menos de lo que ganarían si trabajaran en el sector privado.
Pero aquí, la realidad política y de mercado obligan a “aterrizar” en
nuestras particularidades. Ningún presidente de banco importante en el
país gana menos que lo que percibe el Gobernador del BC, y me consta que
más de un banco han ofrecido a Valdez Albizu un paquete de mucho más de
un millón de pesos mensuales, tomando en cuenta su “expertice”. Cuando
el Estado quiere contar con talento de alto nivel, especialmente en las
áreas técnicas, tiene que pagar el precio del mercado o, sencillamente,
no podría competir con el sector privado en captación de personal.
Siempre los conquistarán a base de papeletas. Además, hay un valor
añadido que es imposible de evaluar con cifras exactas. Me refiero a la
imagen ganada durante más de veinte años por Valdez Albizu como símbolo
de “estabilidad macroeconómica”. Conozco economistas que aún se
preguntan cómo lo ha logrado. Independientemente al método usado, la
realidad es que se trata de particular intangible con un valor difícil
de establecer en cifra monetaria.
Por Freddy Ortiz ;-
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