A sus 37 años, la enfermedad degenerativa que padece le provoca dolores
tan intensos que ha decidido recurrir a la eutanasia. Lo tiene todo
preparado para después de competir.
Detrás de cada participante en unos Juegos Paralímpicos hay sin duda
una dura historia de sufrimiento y superación personal, pero la de
Marieke Vervoort nos llama la atención porque está a punto de llegar a
su fin... por voluntad propia.
A sus 37 años, esta atleta belga ya
tiene firmados los papeles para la eutanasia, y tiene decidido incluso
el sitio donde quiere que sus cenizas sean esparcidas.
No tiene decidido
exactamente cuando quiere abandonar este mundo, pero le tranquiliza
saber que ya lo tiene todo en regla para hacerlo en cuanto sienta que es
el momento. Por ahora, quiere ganar una medalla más: competirá en Rio
de Janeiro como velocista en silla de ruedas en las pruebas de 100 y 400
metros. Ya tiene en su haber dos medallas olímpicas, la última de ellas
conseguida en los Juegos de Lonndres, en 2012, de oro, con record
paralímpico incluido. En 2015 se convirtió en la campeona del mundo en
Doha, Catar.
Marieke tiene la mitad inferior del cuerpo paralizado, una visión
reducida al 20% y sufre dolores tan intensos que en muchas ocasiones le
impiden dormir por la noche. A veces tiene que tomar morfina incluso
durante los entrenamientos. Son los insoportables síntomas de una
enfermedad degenerativa que a los 20 años le obligó a permanecer para
siempre en una silla de ruedas, y que sigue empeorando su condición de
vida con el paso del tiempo. Por eso Marieke Vervoort ha decidido que
los Juegos Olímpicos de Río serán su último reto deportivo.
Según informa el diario 'El País',
"para poder estampar su rúbrica en el documento que protege su derecho a
morir, Marieke tuvo que convencer a un psiquiatra de que su decisión no
respondía a un estado de ánimo puntual y probar a tres médicos
diferentes que los dolores son tan intensos que no puede vivir con ellos
y no hay ninguna esperanza de mejorar". Incluso en uno de los países
más permisivos con la eutanasia -hay que recordar que en Bélgica está
permitida también la eutanasia a menores de edad desde el año 2014- los
requisitos legales no son sencillos.
A nivel personal, tener los trámites resueltos ha supuesto cierto tipo
de alivio: "La certitud de poder elegir el momento del adiós -explica el
artículo de 'El País'- ha sido un estímulo para seguir su vida sin la
inquietud de pensar en el suicidio. Antes de lograr la autorización para
la eutanasia en su cabeza solo estaba el final. El doloroso proceso que
tendría que atravesar hasta la muerte. Ahora es diferente". Las
declaraciones de Marieke al respecto son verdaderamente explícitas:
"Cuando quiera puedo coger mis papeles y decir ¡es suficiente! Quiero
morir. Me da tranquilidad cuando tengo mucho dolor. No quiero vivir como
un vegetal".
Sus familiares y amigos relatan que entre la enfermedad y el deporte,
Marieke lleva una especie de doble vida. Una vida deportiva alegre y
otra vida de sufrimiento y angustia en la intimidad. Ella misma señala
que "la gente siempre me ve sonriendo y haciendo deporte, pero no ve lo
que pasa cuando estoy en casa".
A su alrededor, todos aceptan
su decisión, nadie trata de hacerla cambiar de idea. Marieke no es
creyente y no espera nada después de la muerte. Sus expectativas con el
proceso de la eutanasia sin sencillas, basadas en lo que ella sabe al
respecto: "Te duermes lentamente y no te vuelves a despertar nunca". Por
ahora, el deporte la mantiene con vida y con ilusión; después de los
Juegos de Río, habrá que tomar decisiones prácticas difíciles. En
Bélgica, cinco personas al día deciden morir de esta manera.
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