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jueves, junio 23, 2016

El mal de Almagro

En la recién pasada Asamblea General de la OEA en Santo Domingo, lo malo de Almagro fue intentar poner en América Latina la agenda homosexual a través de la ideología de género, usando expresiones para esconder la real intención de apoyar el aborto, justificar el matrimonio entre personas del mismo sexo y la concepción aberrante de la adopción de niños.
En este tenor, es responsabilidad de la sociedad civil de nuestras naciones de Latinoamérica, conjuntamente con cancilleres y embajadores de sus respectivos países, custodiar sus constituciones, legislaciones, costumbres, tradiciones y valores de nuestros pueblos, para así impedir la imposición de ideologías foráneas sustentadas por personas espiritualmente enfermas que atentan contra la vida, la familia como núcleo natural de convivencia social, el derecho innegociable de educar nuestros hijos, y en lo político los preceptos democráticos incluyentes, pero no impuestos por los conceptos de una transculturación en plena decadencia moral.
Es un momento de gran reflexión y compromiso con las futuras generaciones que merecen desarrollarse en un marco de concepciones éticas y cristianas, para crecer bajo un modelo de respeto a lo que por naturaleza se nos dotara como seres humanos. Para lograrlo, no hay mejor camino que la Palabra de Dios, cuando nos dice: Confía en Cristo para permanecer firme y ser capaz por tí mismo de permanecer fuerte ante las tentaciones.
Mientras sigas a Cristo y su ejemplo, hallarás el camino para evitar caídas espirituales. Hay que reflexionar que cada cual tiene derecho a hacer de su vida lo que entienda, pero sin imposiciones más allá de los preceptos que sustentan la creación de la familia como continuidad de la vida en convivencia, en el propósito natural de reproducirnos como la naturaleza así lo preserva.
Levantemos la voz de protesta contra los propulsores del amor aberrante y la liquidación del proceso de la vida antes de nacer.
La unidad del pueblo dominicano se hace cada día más necesaria para defender los valores familiares, cívicos e históricos, que nos dieron la identidad nacional que hoy disfrutamos como lo más preciado de la soberanía.
Por Ricky Noboa ;-

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