Pese a los naturales descontentos y desacuerdos
personales con respecto al proceso electoral todavía sin un resultado
definitivo, Luis Abinader debió ser el primero en felicitar a su
contrincante Danilo Medina por el claro triunfo obtenido en las urnas.
Ya con números que no dejaban espacio a dudas, el candidato del PRM se
quedó corto en su discurso de aceptación de la derrota, porque además de
la felicitación al ganador (que bien hizo Roberto con Collado y ganó
puntos), el hombre debió incluir un llamado a la calma de sus
simpatizantes, y a encaminar cualquier reclamo pertinente por las vías
institucionales, a fin de no poner en riesgo el orden público y la paz
social.
Solo con eso -y con no dar lugar a que la cúpula empresarial del país y la embajada de Estados Unidos se le adelantaran felicitando a Medina- el hombre se hubiera crecido, y con dicho gesto, propio de sociedades avanzadas y donde la mezquindad no es la cultura, habría proyectado la idea de una figura con madera de estadista o de reserva importante para futuras jornadas políticas.
Para luchar por un posicionamiento que le perfile como líder del partido que le sirvió de plataforma electoral, y de la oposición en pleno, que es el mayor beneficio que le pudiera aportar el actuar proceso tras un 35% de aprobación de los votantes, Abinader no tiene que recurrir ahora a un discurso diferente al usado en la campaña, que no fue de barricada ni de invitación a encender la pradera. Incluso, el apoyo moral a los candidatos del PRM enfrascados en reclamos en diversos lugares, que es muy entendible y es parte de la responsabilidad de un líder, no era prudente que se lo ofreciera -incluido su respectivo “sanantonio”- apersonándose con turbamultas a presionar a los miembros de las juntas electorales.
El reclamo es normal, pero la forma y el discurso son impropios de una figura que quiera seguir adelante, que se quiera preservar, pero que con actos imprudentes o acciones de inmadurez política lo pueden echar todo a perder. ¿No ha sido Abinader, con sus visitas y arengas, quien ha revolteado las “avispas”, al punto de alguna gente ir del pedido de “reconteo” voto a voto, a demandar que se anulen las elecciones?
Una locura que, advertido su derrotero por el empresariado, atinó a llamar “a la calma y a la prudencia”. Campos de Moya, presidente de la Asociación de Industrias, fue tajante: “La dirigencia política debe promover la prudencia entre sus seguidores“. Y dijo algo más: “Prudencia y trabajo es la clave del momento... la vida productiva tiene que continuar con normalidad”.
Quien queme ahora las naves y no se cuide para el 20, ¡que luego no se queje!
Solo con eso -y con no dar lugar a que la cúpula empresarial del país y la embajada de Estados Unidos se le adelantaran felicitando a Medina- el hombre se hubiera crecido, y con dicho gesto, propio de sociedades avanzadas y donde la mezquindad no es la cultura, habría proyectado la idea de una figura con madera de estadista o de reserva importante para futuras jornadas políticas.
Para luchar por un posicionamiento que le perfile como líder del partido que le sirvió de plataforma electoral, y de la oposición en pleno, que es el mayor beneficio que le pudiera aportar el actuar proceso tras un 35% de aprobación de los votantes, Abinader no tiene que recurrir ahora a un discurso diferente al usado en la campaña, que no fue de barricada ni de invitación a encender la pradera. Incluso, el apoyo moral a los candidatos del PRM enfrascados en reclamos en diversos lugares, que es muy entendible y es parte de la responsabilidad de un líder, no era prudente que se lo ofreciera -incluido su respectivo “sanantonio”- apersonándose con turbamultas a presionar a los miembros de las juntas electorales.
El reclamo es normal, pero la forma y el discurso son impropios de una figura que quiera seguir adelante, que se quiera preservar, pero que con actos imprudentes o acciones de inmadurez política lo pueden echar todo a perder. ¿No ha sido Abinader, con sus visitas y arengas, quien ha revolteado las “avispas”, al punto de alguna gente ir del pedido de “reconteo” voto a voto, a demandar que se anulen las elecciones?
Una locura que, advertido su derrotero por el empresariado, atinó a llamar “a la calma y a la prudencia”. Campos de Moya, presidente de la Asociación de Industrias, fue tajante: “La dirigencia política debe promover la prudencia entre sus seguidores“. Y dijo algo más: “Prudencia y trabajo es la clave del momento... la vida productiva tiene que continuar con normalidad”.
Quien queme ahora las naves y no se cuide para el 20, ¡que luego no se queje!
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