Rafael Acevedo es un cristiano militante de elevada ética profesional
--quienes lo conocen se pasan en elogios sobre sus valores morales--,
que además de sociólogo y “encuestólogo” disfruta la comunicación social
y participa de forma activa en el debate de los temas nacionales.
Un ramal de mi parentesco familiar más allegado tiene algunos
vínculos con él, pero en términos personales me he perdido de la
relación enriquecedora de un hombre que afianza sus valores en la fe
cristiana que le prodiga tanta fortaleza para salir indemne de este
estercolero político en que lo mete el oficio.
He diferido de su trabajo profesional muchas veces, en ocasiones con
el encono de la parcialidad política, pero siempre con el debido respeto
por su dignidad y reconociendo que “Rafelito” --como le llaman sus
íntimos--, es insobornable y rabiosamente honesto.
La mejor prueba es la credibilidad de su trabajo cuestionado en cada
proceso electoral y siempre víctima de la maledicencia que al final
termina desmentida por los resultados electorales que hacen
incontrastables los vaticinios de las encuestas de la Gallup Dominicana
que él preside.
Lo desdicen, lo maldicen, lo vituperan, pero al final todos terminan
admitiendo que sus encuestas andaban por caminos correctos...
... Y en el próximo proceso, igual. Primero intentan captarlo, luego cooptarlo para más adelante tratar de comprarlo.
... Poquito demasiado
Perturba el enanismo del ejercicio político y la proverbial carencia de
grandeza del liderazgo nacional. Para apreciar esas debilidades bastaría
escuchar el lenguaje desconsiderado de algunos líderes políticos y
comunicadores que sirven como caja de resonancia.
Cuando a finales de enero el diario Hoy publicó la primera encuesta
de este año sobre posicionamiento político, Francisco Javier y Reinaldo
le salieron al paso y aunque no lo descalificaron, lo emplazaron a
explicar por qué un estudio de su empresa privada difería de esos
resultados.
Se trató de una posición política que en su momento critiqué aunque
estimé válidos los argumentos peledeistas, pero otros fueron
desproporcionados atribuyendo a la encuesta intenciones perversas que
pudieron haberse quedado en observaciones técnicas.
Ahora ocurre lo mismo pero en sentido inverso: los descontentos son
los del bando opositor que acusan a Gallup y a Acevedo de “sucumbir a la
presión del gobierno”.
El asunto no pasara de simple derecho al pataleo --nunca ausente de
este tipo de brega electoral--, si no se tratara de una denuncia del
principal partido opositor que llega al extremo de vincular esa simple
encuesta de Gallup con la trama de Odebrecht que sale de Brasil y
contamina a medio mundo.
¿Debería estar bien...?
Cualquiera pudiera pensar que Acevedo se siente bien cuando el
oficialismo lo critica si cae abajo y la oposición lo celebra cuando
sale arriba, con su respectiva viceversa.
Pero no debe ser así... Porque se supone que una encuesta política no
se hace para favorecer a uno y perjudicar a otro, ni para molestar ni
para agradar; se hace para procurar información en la base social sobre
posicionamiento de partidos y de candidatos.
Es probable que solo en este país se crea que las encuestas hacen
ganar o hacen perder elecciones. Donde he vivido: Ecuador, Estados
Unidos, Chile, España, Panamá, jamás he visto semejante cosa...
... Las encuestas siempre aciertan cuando se hacen bien, como fallan si se hacen mal. Y de eso saben Gallup y Acevedo.
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