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sábado, noviembre 07, 2015

Querida Constitución


Por Rosa Debord ;-

Carta Magna, instrumento de valores y justicia, no eres cualquier papel. Impulsada por hombres fieles que soñaron y lucharon por una mejor nación. Y para lograr ese fin, te crearon a ti, Ley Suprema, como guía irrefutable para organizar el Estado y regir los destinos de la naciente República.  

Ley Sustantiva, tus formadores de la Asamblea Constituyente eran de los buenos, funcionarios públicos leales y consagrados, gente de buen proceder y gran corazón.
Reflejas en tus disposiciones sus generosas intenciones de servir con amor y desinterés a la patria; de fortalecer lazos de unión para la convivencia armoniosa entre todos los dominicanos; de proteger sus derechos y facilitar los medios que les permitieran vivir dignamente.

Es por eso que impregnaron en tus páginas la noble misión de defender los mejores intereses de la nación y protegerla de los patriotas de pacotilla, intrusos, rufianes, depredadores, parásitos y asociados que pretendan consumir su integridad.

Qué alegría sintió el pueblo dominicano cuando el 6 de noviembre de 1844, en San Cristóbal fuiste promulgada. El país reía y celebraba tu proclamación, y con razón,  pues ya tenían el amparo de sus derechos ciudadanos; ya los horrores sufridos por las ocupaciones del vecino eran cosas del pasado. Se fue la desesperanza y la libertad llegó triunfante.

¡Qué emoción, grandiosa Constitución! Cada  una de tus secciones traía buenas nuevas: justicia social, bienestar general, equidad, orden públicoÖ Sin embargo, faltaba la mejor parte, respetar y cumplir lo establecido para que fuera efectivo.

Ley de Leyes, con toda seguridad, la obediencia a tus ordenanzas trillaría el camino para convertirnos en una sociedad justa y organizada. ¡Pero qué barbaridad!, hicimos caso omiso a tus estatutos y cometimos transgresiones por pipá.

De cabezudos, no acogimos ni cumplimos fielmente tus reglas y como resultado, ¡bum, se armó el desacato!, y tus enemigos más viles: la injusticia, ilegalidad e impunidad, cobraron fuerza y violentaron con descaro tus preceptos. No te ha sido fácil vencerlos, pues son males poderosos, virus invasores que mesmerizan las defensas, destruyen el decoro y carcomen la razón.

¡Cielos, eres un documento bendito y un legítimo  campeón! 39 modificaciones no las aguanta cualquier Constitución. Los proyectos de reformas te pegaron fuerte y  alteraron  tu ser, sin embargo, sigues en pie de lucha. Es cierto que hasta los papeles tienen que evolucionar, pero  por los intereses y el bienestar nacional, no para satisfacer antojitos.

¡Oh, libro sacro! Te hemos irrespetado, al  violar y manipular tus leyes, jugar con tus principios e ignorar tus mandamientos para nuestra conveniencia. El primero fue Santana, el muy sabichoso se hizo el chivo loco y te anexó un nuevo artículo  para su propio beneficio. Y los demás, siguieron con el relajito, hasta el punto de que ya no eres ni la sombra de lo que fuiste. Perdona tanta indolencia, tal vez no sea pura maldad sino falta de conciencia.

¡Magnífica Constitución de mi país! Ahí estás a merced del desatino y esperando un poco de atención, sometimiento y respeto.

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