Los estatutos de los partidos políticos deben ser modificados para consignar que quien sea elegido Presidente de la República asumirá automáticamente la posición de jefe del partido.
En la campaña presidencial así ocurre. El candidato asume la jefatura.
Poner o dejar al Presidente de la República al mando del partido evita fricciones y deja la estructura de la organización en el marco de la realidad. Quien tiene el poder nombra, regala y quita, por eso se deja a su voluntad la marcha de las actividades.
Este paso transparenta las operaciones de los partidos dominicanos donde la democracia es precaria. También el Presidente de la República podría poner como jefe del partido un presidente de hojalata, un dirigente administrativo que lo representara.
Manejos como ese ya se dieron en el Partido Reformista que era manejado a voluntad por Joaquín Balaguer. Los grandes líderes del pasado inmediato fueron caudillos de mano fuerte y aunque dos de ellos no llegaron a la presidencia después de líder reformista, seguramente que hubieran hecho lo mismo. En la actualidad tenemos dos muestras que sirven como de ejemplo de lo planteado. Uno en el PRD, después de José Francisco Peña Gómez, y otro en el PLD post Juan Bosch. Hipólito Mejía, no era ni fue el más alto dirigente del Partido Revolucionario Dominicano, pero siendo Presidente de la República llevó sus legisladores a modificar la Constitución para reelegirse. Hatuey Decamps, que si era el presidente del PRD, se opuso y terminó con los pies para la calle. En la realidad el jefe del colectivo era el jefe del gobierno.
En torno a la actualidad del PLD no hay que esforzarse para recordar. La tinta está fresca. El jefe del PLD es Danilo Medina y como tal hace los pactos, mueve y promueve. Llevó sus fuerzas a controlar Comité Central y modificó el Comité Político para hacerle espacio a sus alfiles; para reelegirse actuó como un “orobotokilo”, adquiriendo a cualquier precio el voto congresual. Actuó igual que Hipólito.
No hay que devanarse los sesos pensando en qué hubiera pasado si Leonel Fernández se hubiera opuesto a la modificación constitucional, sobre todo porque ya el PRD estaba mutilado y la oposición muy disminuida. Tampoco tiene Danilo una crisis económica que lo socave. Es más, el Presidente de la República podría seguir reeligiéndose y hasta podría nombrar su sucesor. Todos estarían felices.
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