Cuando el escritor y economista Guido Riggio, publicó el 16 de septiembre de 2013 un artículo donde expresó: “Después de analizar las circunstancias y los antecedentes remotos y recientes de la historia delictiva de la Iglesia hemos llegado a la razonable conclusión de que la vida del pederasta nuncio Wesolowski corre un grave peligro”, yo había escrito algo similar para publicar en esta columna. Obviamente, abandoné la idea para no incurrir en plagio.
Mi deducción, fue producto de recordar insistentemente aquel extraño infarto que mató a Juan Pablo I, a solo 33 días de asumir el cargo. Y, desde luego, las posteriores muertes de Roberto Calvi y Michele Sindona, los “banqueros” del Papa, cuyas conexiones con el Vaticano a través del Banco Ambrosiano fueron rumor que inspiró a Francis Ford Coppola para la tercera película de la saga de El Padrino. La encrucijada en que puso el caso Wesolowski al Papa y a la Iglesia, no era cosa de bajo calibre. Debía decidir protegerlo y empañar su recién nacida y creciente buena imagen, o devolverlo a nuestro país retirándole la inmunidad diplomática, donde se revelarían más atrocidades o, tal se decidió, juzgarlo en Roma, lo cual tampoco impediría que afloraran informaciones asquerosas que ya eran del preocupante dominio de las altas instancias vaticanas.
A Wesolowski no le quedaba otro camino que “sacrificar su vida”, aunque no vía del suicidio, porque hubiese sido terrible tal forma de deicidio en un príncipe de ese nivel, caso por demás sin precedente. La verdad es que la Iglesia necesitaba de otro ataque cardiaco, mucho más después de la promesa firme del Papa de que castigaría a todo jerarca de la Iglesia acusado de cometer o encubrir delito sexual. Nadie puede afirmar que fue un “infarto inducido”.
Yo preferiría que lo endosemos a esa gran mano justiciera que desde lo alto protege a la Iglesia de Pedro y que prefirió aplicar el castigo directamente antes de que las “atenuantes” en un juicio fueran a liberar a tan peligroso espécimen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario