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viernes, septiembre 25, 2015

Carácter decisivo del dinero en la política dominicana


Por Orlando Gil ;-
@orlandogildice
EL ORIGEN.- Los fenómenos de la política dominicana no necesitan de grandes estudios, porque son fáciles de apreciar. El dinero, por ejemplo, entró a los procesos con mucho ruido, y nadie niega su carácter decisivo. No se da seguimiento al aspirante o al candidato, pero si se hiciera, los hallazgos serían espeluznantes. El éxito no se sustenta en carisma, ni en programa, ni en partido, sino en bolsillos llenos de papeletas y en la generosidad del reparto. Nadie pregunta y tampoco se responde del origen de ese financiamiento, aun cuando se hace sospechoso. El Señor manda a dar, pero a dar lo propio. La caridad política, o lo que se llama clientelismo, no mira al cielo. El que la recibe tampoco da gracias a Dios. Es trato entre hombres, y un negocio de malvados. Quienes asomen la cabeza podrían descubrir bancas de apuestas, estaciones de gas propano, de manera visible, pero igual cartelitos de drogas.
Las autoridades hablan de capos, y denuncian su ocultamiento o huída, pero en el barrio conocen los capitos, pues se mueven como peces en su agua, y pagan su diezmo. Al policía, se dice, pero al político, también…
TRASMUMANCIA.- El presidente de la Junta Central Electoral habla de un posible trasiego de electores, y parece que a los promotores de esa modalidad se les pasó la mano en algunos lugares, y al contarse por miles, disparó la alarma. El fenómeno no es la trashumancia, el fenómeno es el dinero. No son familiares que cambian domicilio para favorecer con su voto al pariente que aspira a una posición electiva. Así, sería una práctica noble. La verdad es otra, y mala. Es un comercio del voto, y tan malo el comprador como el vendedor. Como la función hace el órgano, la frecuencia mejoró el mecanismo. Y como ahora sobran los fondos, lo que antes era cosa de una o dos guaguas, se convierte en la toma por asalto de una plaza y la imposición del resultado electoral. Hay que suponer el costo, pero igual la perversidad de alterar desde fuera la voluntad política de una población. El organismo va a arreglar la carga, pero ¿y qué del burro que la lleva, o del dueño del burro?...
EL ESCARMIENTO.- Juan Pablo Duarte habló del escarmiento, y sus palabras nunca fueron más justas. Era y es la única forma de impedir que los buenos dominicanos sean víctimas de las maquinaciones de los malos. Ahora no es Patria, ni es traición, pero sí democracia y un modo alevoso y artero de afectar su desempeño. Habría que ver la ley, y si tiene alcance penal. Pero lo que se hacía, y que ahora se quiere evitar, debiera tener consecuencias. No todo debe quedar en denuncia o en acciones administrativas. O el candidato o el elector, o ambos, debieran sentir las llamas del infierno. No se tiene previsto el procedimiento, y deberá discutirse en el pleno, o tratarse con los partidos. Aunque tampoco será fácil determinar el acto. Habrá que ir tentando y nunca a lo seguro. Por ejemplo, no hace mucho que hubo un cambio general de cédulas, y ese -- sin dudas - - fue el momento más apropiado para establecer nuevo domicilio. Y muchos hicieron la mudanza, y entonces no fue sospechoso, como tampoco puede serlo ahora. Era un derecho y era una oportunidad, e incluso se interpelaba sobre la posibilidad…
EL SOSPECHOSO.- Ese no puede ser el caso, sin embargo, del ciudadano que dos o tres meses después solicitara nuevo cambio de domicilio. Uhmm. Habría razón para sospechar, para presumir, para suponer. Más si la frecuencia y la cantidad y el lugar revelan una segunda intención. Hasta donde se sabe fue la Junta Central Electoral que descubrió el propósito, y disparó sus alarmas. Pero ahora viene la parte mejor. Los particulares asumen su causa, hacen sus propias averiguaciones y someten los recursos que impone la circunstancia. El organismo, así, podría ir más suave, pues solo tendría que arbitrar las diligencias de otros e impartir justicia electoral. Falta ver, por otro lado, la reacción del ciudadano puesto en auto, de si se rebela y acepta mansamente la medida de retornarlo a la dirección anterior. Igualmente, y sería lo anecdótico, el negocio no solo quedaría develado, sino deshecho. Y entonces habría que devolver dinero, puesto que sin cambio de domicilio, el voto quedaría sin efecto

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