Desde hace varias décadas, mi padre, doctor Marino Vinicio Castillo, presidente de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), y mi hermano Pelegrín, diputado al Congreso desde 1994, denunciaron (junto con otras personalidades de gran importancia en la sociedad dominicana) el peligro inmenso que representaba para la República Dominicana los planes de potencias extranjeras de fusionar nuestro país con Haití usando el mecanismo de invasión pacífica masiva y la falsificación de la nacionalidad dominicana en procura de la formación de una minoría nacional étnica con derechos reconocidos por la Comunidad Internacional.
Posteriormente, me tocó involucrarme en la vida pública y, al igual que lo hicieran mi padre y mi hermano Pelegrín, ser coherente con lo que había sido la prédica incesante, tanto de mi familia como de nuestro partido la Fuerza Nacional Progresista (FNP). Esas participaciones públicas fueron igualmente seguidas de manera destacada por mi hermano Juárez, quien aunque no participa activamente en política, dado el agravamiento de la situación nacional frente a Haití, ha realizado invaluables aportes en el debate del tema migratorio, la nacionalidad y las condignas respuestas a las falsas acusaciones de apatridia en la República Dominicana.
El pueblo llano ha denominado a nuestra familia cariñosamente como “Los Vincho”, como una manera de englobarnos a todos bajo el nombre con que el pueblo dominicano identifica a mi padre, el doctor Marino Vinicio Castillo.
Los acontecimientos de los últimos días han convencido al pueblo que “Los Vincho” no estaban fabulando; no estaban politiqueando tratando de fabricar un enemigo irreal en el pueblo dominicano por motivo de prejuicios, raciales e históricos frente al pueblo haitiano.
El pueblo repite en estos días “¡Los Vincho tenían razón!” porque han visto que todo cuanto habían advertido se ha venido produciendo de forma exacta. Los dominicanos se han dado cuenta que lo que “Los Vinchos” han sido una familia que desafió los insultos, los vituperios en su contra, advirtiendo a su pueblo de un peligro real que se ha puesto totalmente en descubierto con los acontecimientos de los últimos días.
Sé que dentro de quienes atacaban ferozmente a “Los Vincho” por su posición indoblegable sobre el tema haitiano están quienes por otros motivos nos han adversado en el terreno político y por el tema del narcotráfico; sé que en ese grupo están traidores y plumíferos a sueldo del poder extranjero y de grandes intereses al servicio de la fusión y la instauración del Estado Binacional. Pero sé también, igualmente, que había una parte importante de gente que de buena fe creyó que éramos extremistas; que exagerábamos con el tema de la invasión pacífica y las verdaderas intenciones de los haitianos y la Comunidad Internacional.
Dentro del mismo gobierno del presidente Danilo Medina, del que formamos parte hasta hace poco, se creyó que representábamos como familia y como partido un grupo radical de extrema derecha, que estaba empeñado en fomentar contradicciones con el gobierno haitiano.
Esa experiencia la viví personalmente, cuando hace casi dos años le advertí al presidente Medina de todo lo que hoy está ocurriendo con el tema haitiano y le prevenía lealmente que por más esfuerzo que hiciera en ayudar al país vecino, al final no lo agradecerían y, por el contrario, emprenderían atroces campañas de descrédito contra nuestro país y contra su propio gobierno.
El presidente Medina no nos hizo caso; creyó que nuestros consejos eran fruto de una supuesta pasión y delirio antihaitiano. Se llevó del ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, quien influyó decisivamente en la creación de una imaginaria nueva era de amor y concordia entre Haití y la República Dominicana; en un supuesto diálogo histórico binacional, que dejaría atrás como época felizmente separada, los prejuicios de las élites dominicanas contra el pobre pueblo haitiano. Así logró el señor Montalvo que el presidente Medina le diera el poder omnímodo para manejar el espinoso tema haitiano y todo lo relativo al Fallo 168-13 del TC.
El ministro Montalvo y su equipo desde el Palacio Nacional llevaron a cabo una campaña soterrada de descrédito contra el Tribunal Constitucional y su Sentencia 168-13, coincidiendo abiertamente con las voces del patio que hicieron causa común con el gobierno haitiano en los calificativos de “racismo, xenofobia, genocidio civil, apartheid del Caribe y limpieza étnica”.
La verdad se ha abierto paso. El odio, la maldad y las infamias que ha esparcido por el mundo el gobierno haitiano y su Canciller en su última comparecencia en el Consejo Permanente de la OEA, ha derrumbado todo el absurdo imaginario creado por el ministro Montalvo en sus llamados “diálogos históricos con Haití”. Quedó demostrado que el gobierno haitiano “nos tomó el pelo como país” y sólo aprovechó el diálogo para multiplicar su invasión pacífica en los últimos dieciocho meses, amparado en el Decreto 327-13 que de manera absurda prohibió las deportaciones de ilegales.
La violencia de las infamias de Haití; la petición del jefe de la ONU al presidente Medina en Panamá de un millón de ciudadanía dominicana para haitianos; las declaraciones del Secretario General de la OEA mandando a detener cualquier tipo de repatriación de ilegales (incluyendo las voluntarias) y el envío de una misión interventora de ese organismo internacional, ha hecho que el pueblo abra los ojos y repita de boca en boca “¡Los Vinchos tenían razón!”.
Ahora resulta tragicómico ver al speaker de la Presidencia, que tanto nos atacó e insultó por defender este país del peligro haitiano, hablar de “patria”, de “soberanía”, de “injerencia”.
Sin decirlo literalmente y ante el pueblo, hasta él está diciendo: “¡Los Vincho tenían razón!”.
Por el Lic. Vinicio A. Castilo Semán;-
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