DECIR QUE NO.- La Junta Central
Electoral tiene que buscarse una excusa bonita y decir que no a Haití o a
la OEA si le solicitaran ayuda para las elecciones a celebrarse en ese
país. Ni personal, ni equipos y mucho menos el software. Conviene dar
seguimiento a ese proceso, pero desde lejos y sin ninguna vinculación,
de manera que si fracasa, sea un fracaso haitiano, y no dominicano. El
organismo tiene fama y acreditación fuera, y es un referente en toda
América Latina. En el pasado inmediato hubo consultas que fueron
exitosas porque contaron la asistencia del órgano electoral dominicano.
Ecuador, por ejemplo. Sin embargo, con Haití sería diferente. Los
políticos haitianos no saben lo que es consenso, y entre los usos más
corrientes para hacerse simpáticos a las masas, está acusar a las
autoridades dominicanas de interferencia, intromisión y manipulación.
Incluso, cuando el vudú resulta insuficiente y los perdedores ponen pies
en polvorosa, buscan amparo en este lado de la isla. Entonces, hay que
coger cabeza y no chocar de nuevo con la misma piedra. Que los haitianos
salgan de su tollo con sus propios medios, y los responsables
dominicanos, a cuidar la frontera...
LE PONDREMOS...- El
calificativo se hace difícil, pero tiene que haber uno que se ajuste a
esa manía de los dominicanos de descalificar lo que afuera se acredita.
La Junta Central Electoral, por ejemplo. Recibe reconocimientos de
países e instituciones, y no solo por la organización de comicios
nacionales, sino por la colaboración que presta a otros órganos del
continente. Sin embargo, sin rubor ni pudor aparecen políticos
dominicanos que la cuestionan de conjunto o en parte. El PRM no puede
con su vida, y todavía no figura en el santoral, pero saca fuerzas para
denunciar jueces en particular, o advertir la imposibilidad de celebrar
elecciones con esos árbitros. El síndrome del fraude. Sus promotores, al
parecer, estuvieron de viaje y no se enteraron de que la entidad es
primera en América, y que muchos de los vicios del pasado fueron
superados, o con mejor personal o con tecnología más avanzada. Puede
equivocarse el profano, pero no el experto, y la Junta de ahora, la de
Roberto Rosario y Eddy Olivares, se promueve de curso cada vez que la
someten a examen...
INSENSATEZ.- Cuando hablan en ese tono
y de esa manera el descreimiento no alcanza a la Junta Central
Electoral, sino que afecta al opinante de ocasión, pues no se entiende
el propósito. La inconsistencia se siente a leguas. Por ejemplo ¿cómo
puede descalificarse al órgano o a sus integrantes y al mismo tiempo
acoger proyectos de Ley de partidos y Electoral que corresponden a sus
iniciativas? Incoherencia a la vista. Esa pieza y otras que circulan
como el menudo que no paga cuenta, coinciden en aumentar el poder de la
JCE. La cuestión es simple: si mala ahora con poder relativo, más mala
cuando tenga poder absoluto. Y lo peor del caso es que los exabruptos no
responden a hechos recientes, sino a situaciones del pasado y que ya no
tienen remedio. Las altas cortes, son las altas cortes, y por el
momento no hay posibilidad de cambio, a menos que se quiera originar una
crisis política que de al traste con la actual institucionalidad. Hay
insensatez, pero sobre todo ingenuidad. ¿Cómo puede pensarse que un
partido en el poder va a entregar a sus oponentes los organismos
claves?...
SIN SENTIDO.- Las arremetidas son tan
ocasionales y poco sistemáticas que llevan a pensar que el opinante
quería figurar en los medios y no tenía nada importante que decir e hizo
coro de sí mismo. Y fracaso tras fracaso, pues no logran propósitos ni
llenan cometidos. Provocar debate, por ejemplo. La Junta Central
Electoral no es problema por el momento, ni se haya sobre el tapete la
transparencia del proceso, y antes que descalificar a sus miembros,
debiera aprovecharse la nueva ley electoral para crear condiciones y
corregir lo que se entienda esté mal en la actual conformación. El
criterio fue el mismo de siempre, y nunca podrá evitarse la fórmula de
oro, de la que ñincluso-- se hizo un refrán: El que reparte y reparte se
queda con la mayor parte. Los ataques de dirigentes del conglomerado
PRM a la JCE, demuestran falta de sentido. Que en ese grupo nadie tiene
una estrategia clara de poder, pero tampoco tácticas adecuadas de
supervivencia. El pleno pudo habérsela puesto en china, cuando
sometieron el cambio de nombre de la Alianza Social Dominicana, y sin
embargo, accedió a su solicitud....
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