Homilía en la celebración del III aniversario del Tribunal Constitucional
Catedral Primada de América, 27 de enero de 2015
Como es sabido, con mucha frecuencia acuden a este sagrado recinto
muy diversas personas e instituciones con la finalidad de dar gracias al
Señor por distintos motivos, para celebrar los sacramentos, para
recordar importantes efemérides de nuestra accidentada historia, en fin,
las puertas de la Catedral están abiertas a todos los que quieran
conocerla, visitarla o sencillamente participar en las celebraciones que
aquí tienen lugar a diario.
Hoy nos alegra acoger a los
Honorables Miembros de nuestro Tribunal Constitucional que celebra el
tercer aniversario de sus elevadas y delicadas funciones y lo hacemos
conscientes de que necesitan la ayuda del Señor, porque sus atribuciones
son de una gran responsabilidad para nuestra amada Nación.
Ayer
(26 de enero) mismo, celebramos el ducentésimo segundo aniversario de
nuestro inmortal Juan Pablo Duarte, el hombre que soñó la República
Dominicana, se entregó incondicionalmente a llevar adelante su proyecto,
organizó a sus compañeros en torno a su ideal y los comprometió con la
causa libertadora, aunque sabemos que las intrigas del patio le llevaron
al destierro y en la hermana República de Venezuela después de sufrir
indecibles vicisitudes, murió en total pobreza y prácticamente
abandonado. Ese fue Juan Pablo Duarte a quien recordamos ayer con
veneración.
Honorables Magistrados Miembros de nuestro Tribunal
Constitucional, sentimos la necesidad de orar por ustedes porque,
repito, sabemos que tienen sobre sus hombros una gran responsabilidad,
de sus decisiones depende la seguridad institucional de la República
Dominicana.
A su alto Tribunal acudirán a diario o con mucha
frecuencia todos los ciudadanos y ciudadanas, así como las más diversas
instituciones que necesitan hacer valer sus derechos constitucionales
que consideran violados o desconocidos.
Recientemente hemos tenido
en el país un desagradable episodio con la aprobación, por parte de la
Cámara de Diputados, de un proyecto que sometió el Honorable Presidente
de la República pero que contradice el texto de nuestra Constitución en
materia gravísima como es la defensa de la vida.
No desconocemos
los planes que se tejen en instancias foráneas para humillar a estos
países por parte de los que se creen amos de América. Sabemos eso como
también las presiones a que someten a nuestros Gobiernos cuando no se
muestran dóciles a sus pretensiones e incluso abusivos mandatos. Es la
nueva forma, muy extraña por cierto, de hacer diplomacia, que dista
mucho de lo que han sido tradicionalmente y deben ser las relaciones
internacionales basadas en el respeto mutuo.
Volviendo, Honorables
Magistrados, al tema de sus responsabilidades, me consta que un grupo
de instituciones y personas, que no están de acuerdo con la decisión de
la Cámara de Diputados y la promulgación de lo aprobado, llevarán al
Tribunal Constitucional un recurso de inconstitucionalidad. Me
identifico con su decisión y la apoyo totalmente. Quiera Dios que esta
apelación a su elevada instancia encuentre un eco favorable en sus
importantísimas deliberaciones y decisiones.
Conviene recordar que
nuestra Constitución fue fruto de largas consultas en todo el ámbito
nacional, quienes quisieron opinar lo hicieron y se les dieron todas las
oportunidades para ello. Esa Constitución es nuestra Carta Sustantiva y
hay que respetarla, no podemos tocarla porque si lo hacemos pierde su
vigencia y validez.
En la medida con que Ustedes, Honorables
Magistrados, mantengan posiciones claras, estudiadas, motivadas y
deliberadas, en esa misma medida el pueblo dominicano les respetará y
les agradecerá de corazón que definitivamente institucionalicen este
amado País que nos legó Juan Pablo Duarte.
Nuestra Constitución
puede no ser perfecta pero esa fue la que se discutió ampliamente y se
aprobó. Por consiguiente, no podemos tocarla porque esa tentación es
recurrente en países carentes de institucionalidad. Ya ha habido algún
caso en los años recientes en que las conveniencias políticas han
provocado el desconocimiento del mandato constitucional.
Mi
opinión es radicalmente contraria a modificaciones, excepciones o
cambios en la Constitución, no estamos hablando de una Ley adjetiva sino
de nuestra Carta Sustantiva. Por eso es que Ustedes son los guardianes
celosos de nuestra Carta Magna y así deben mantenerse.
Pueden
estar seguros, Honorables y estimados Magistrados, que ofrezco esta
celebración por Ustedes y pido al Señor que les dé luz, sabiduría, y
firmeza en sus delicadísimas decisiones. Que Dios los ayude y los
bendiga junto con sus apreciadas familias.
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