Hipólito Mejía tiene su forma, su estilo, sus
peculiaridades... Y malas no pueden ser todas sus condiciones porque con
ellas llegó a la Presidencia de la República, que se supone es la
aspiración cumbre de todos los líderes políticos.
El problema es
su persistencia machacona, recurrente, inextinguible contra Leonel
Fernández, como si Leonel Fernández fuera la razón de todos sus males y
problemas políticos y personales.
Quienes conocen íntimamente a
Hipólito y nadie ignora que yo lo conozco como pocos, saben que
Hipólito es un ser humano incapaz de calcular una maldad contra nadie y
que en la amistad es solidario hasta el perjuicio personal. Y así ha
sido desde muchacho.
Lo que nadie conocía de él era esa
extraordinaria capacidad para odiar, para aborrecer hasta el pecado,
para difamar y atentar olímpicamente contra honras ajenas Precisamente
él, que tanto defiende la honra propia, la de sus hijos, la de toda su
familia.
Por eso resulta inexplicable que ya en el otoño de su
existencia, Hipólito conserve tan a flor de labios las descalificaciones
y acusaciones groseras contra sus adversarios políticos cuando ninguno
de ellos ha proferido nunca contra él ningún tipo de insulto o prohijado
persecuciones.
Al que recuerdo...
Las experiencias personales que tuve al lado de Hipólito en aquellos lejanos años de mi mocedad profesional en Agricultura, consolidaron mi formación y creencia sobre el respeto por la dignidad humana.
Las experiencias personales que tuve al lado de Hipólito en aquellos lejanos años de mi mocedad profesional en Agricultura, consolidaron mi formación y creencia sobre el respeto por la dignidad humana.
Porque él se hizo
respetar, a pesar de su desenfado juvenil e inexperiencia, en una
sociedad poco dada a dignificar la función pública porque aún no salía
de la resaca del gobierno poco democrático de los 12 años de Balaguer
cuando los secretarios de Estado eran semidioses.
Fueron
memorables las veces que Hipólito se remangó la camisa para liarse al
puño con dirigentes políticos de la época que sobrepasaron los límites
del respeto hacia él y algunos de sus colaboradores.
Incluso, en
un consejo de dirección del entonces poderoso Inespre, noqueó con un
gancho de derecha a uno de sus prominentes miembros que se dirigió en
términos irreverentes y profirió insultos contra su amigo y compadre
Pablo mercedes (QEPD), a quien Hipólito quería como director de ese
organismo y a quien nombraría en el cargo muchos años después, ya siendo
Presidente de la República en el 2000. Ese fue el Hipólito que conocí y
al que añoro hoy que lo veo insistir de forma insana contra personas
que al igual que él son merecedoras de respeto y reconocimiento
público, independientemente de las diferencias políticas que hayan
existido o que puedan surgir.
Igual con Miguel...
Una prominente figura de Estado me preguntaba en estos días: ¿Por qué Hipólito le tiene tanto odio a Miguel y a Leonel...?
Una prominente figura de Estado me preguntaba en estos días: ¿Por qué Hipólito le tiene tanto odio a Miguel y a Leonel...?
-“A Leonel no sé... Pero a Miguel debe ser porque Miguel lo sacó del PRD y lo dejó en cueros y en la calle”, fue mi respuesta.
Estoy
convencido que las guapetonadas de Hipólito tienen mucho que ver con
sus limitaciones para poner a tono su pensamiento largo con su
verbalización corta. Esa arritmia comunicacional es un síndrome común a
la gente inteligente y hábil pero de escasa cultura general y
consecuentemente de vocabulario limitado.
Eso, en sentido general,
no es malo: es común a los hombres de campo más habilidosos. Lo malo es
otra cosa... Lo malo es poner a parir la maldad.
¡... Para morirse uno con la maldad parida!
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