EL VIAJERO.- Meses atrás escribí que las
autoridades, en particular los policías, debían ver más películas. Que
se producían situaciones, ante las que se mostraban incapaces, que
podrían remediarse con las experiencias de films, los cuales muchas
veces se basan en hechos reales. No creo que me hicieran caso. Pero la
verdad que ahora luce que se pasaron de películas. Lo del Viajero, por
ejemplo. Hubo gente que al ver tantos policías, incluyendo altos rangos,
e innúmeros fiscales, salió huyendo sin darse cuenta de que no eran
sospechosos de nada. Eliot Ness de seguro no hubiera actuado de esa
manera, y ni siquiera Sonny Crockett y Rico Tubbs, personajes de Miami
Vice.
El cantante Anthony Santos se quejó, pero dejó fuera a los
titulares de Interior y Policía y Procuraduría General de la República, y
parece que fue una estrategia de abogados, pues una operación de esa
envergadura no podía llevarse a cabo sin orden o anuencia de
funcionarios de esa categoría. Además, de que tampoco fue ocasional,
sino que acciones de ese tipo forman parte de una nueva política de
lucha contra el crimen y la delincuencia...
SIN FICHAS.- El
tiroteo de hace dos o tres semanas en la cercanía de la discoteca Dubai
de Santiago, puso en evidencia a las autoridades. No están muy atentas,
y podrían estar perdiendo el pleito del orden público. No es que se les
están pasando las fichas, sino algo peor: no tienen fichas. Es decir,
están fuera de juego. No tienen control de situaciones y las cosas
discurren de manera caprichosa, como el azar en la canción de Joan
Manuel Serrat. Además, ya no se habla del asalto a la penitenciaría de
Najayo, aunque, como la comida no digerida, vuelve a la boca. Es un mal
recuerdo, solo que no conoce olvido. ¿Acaso no se dice que el
subdirector baleado fue por encomienda de un recluso? Podría ser más de
lo mismo, pues todas las investigaciones se quedan por la mitad. Y las
reacciones, cuando se producen, dan la impresión de palos a ciegas. Como
se vive en la civilización del espectáculo, el combate se libra delante
de las tarimas. En lugares de entretenimiento. Se sabe del aparataje en
El Viajero, pero no de otras incursiones, pequeñas, calladas, pero
expresivas de la nueva política criminal...
LOS CARROS.-
Días atrás algunos parroquianos de un frecuentado restaurante de
Piantini, al irse, se encontraron con la sorpresa de que sus vehículos
no estaban. Todos coches de gran cilindraje y de alto costo. Al
preguntar se enteraron de que habían sido tomados por las autoridades
para fines de investigación. Por ejemplo, saber de dónde sale el dinero
que paga esos carros de lujo, pero igual la cuenta del consumo, en
algunos casos astronómico. Se armó la de Belén y los Pastores, y al día
siguiente recuperaron la propiedad, pero no por diligencia propia, sino
de sus enllaves de poder. Las colindancias sacando de apuros a los
exhibicionistas. Las otras reglas del juego. Aquí el que no tiene un
tío, tiene un compadre, como seguro de vida contra los malos ratos. O
malos tratos. A pesar de esas experiencias, todas fallidas, las
autoridades van a continuar sus operativos. Aun cuando los resultados
dejen mucho que desear. A veces no hay agravio, pues los agentes solo
toman las placas, como el FBI en las primeras escenas del Padrino de
Mario Puzo y Francis Ford Coppola...
EL ABRIGO.- La nueva
táctica de lucha contra el crimen luce intuitiva, caprichosa, y la única
posible ante la falta de algo mejor. Se trata de perseguir por la
apariencia. Por las casas, los carro, los restaurantes, las fiestas y
las amantes. No se cuentan los Austin, como en los años sesenta, pero sí
las Lexus, los Ferrari, los LamborghiniÖ Sin embargo, vale recordar
otra película. El Gánster Americano, dirigida por Ridley Scott y
protagonizada por Denzel Washington y Russell Crowe. El gánster Frank
Lucas se movía de bajo perfil, y le iba de maravillas, hasta que el
policía Richie Roberts advirtió, al asistir a una pelea de boxeo, dos
cosas. La primera, que usaba un abrigo de piel de Chinchilla; y la
segunda, que ocupó un mejor asiento que quien era en ese tiempo el jefe
la mafia de Nueva York. Entonces dejó de perseguir a otros, se dedicó
solo a indagar sobre Lucas, y descubrió que los demás eran sombras y que
el verdadero personaje era el hombre del abrigo de Chinchilla...
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