Estoy clara en que la tecnología ha llegado para facilitarnos algunas
cosas de nuestra cotidianidad. Sin embargo, a veces es más complicada
que beneficiosa. Al menos yo, no soy muy dada a seguirles los pasos a
cuantas redes sociales surjan. Hace alrededor de dos años que cerré mi
cuenta de ‘Facebook’ porque, si bien es cierto que me acercaba a quienes
están distantes de mí, y me sumó conocidos a mi lista de amigos,
también es verdad que me estaba agobiando. Solté eso. Lo único que uso
es ‘WhatsApp’, y de verdad que ahora con su ‘indiscreción’ también me
está causando mucho estrés.
Tus contactos se dan cuenta si te llegó el
mensaje, si lo viste y no contestaste, si te añadieron a un grupo y te
saliste... Guao, de verdad que es muy tedioso todo esto. No es fácil
aguantar los reclamos de personas que creen que porque el cotejo se puso
azul, es que viste su mensaje y no quieres contestar. No se detienen a
pensar que, aunque aparezca como visto y leído, a lo mejor tú no has
tenido el chance de responder, no importa la razón. Como a mí, a Carmen
le inquieta la indiscreción ‘WhatsApp’ y la incomprensión de algunos de
sus contactos. Un poco molesta con esta situación, cerró sus ojos por
unos segundos y se transportó a un lugar fabuloso donde a la tecnología
se le da el mejor de los usos. No es una herramienta para atosigar o
para controlar cada movimiento de los demás. Es un recurso para que las
personas tengan un mejor desenvolvimiento en su trabajo, en su diario
vivir, pero no para estar a merced de los avances al punto de que el
estrés ocupe cada vez más espacio en nuestro ser. En aquella ciudad
fabulosa Carmen está feliz. Nadie está pendiente si está usando
‘WhatsApp’, si tiene su celular desconectado, si quiso o no leer un
mensaje, si contesta o no... Bueno, el caso es que la privacidad se
impone. No se quebranta con nimiedades: si apareció un cotejo azul usted
vio y no contestó. Noooo, nada de eso. Allí todo funciona tan distinto
al uso que le damos en Quisqueya, donde Carmen está al explotar por la
intranquilidad que le están causando las redes sociales. Sin darnos
cuenta hemos desarrollado apego a la tecnología, y es tiempo de que
pongamos de nuestra parte para acabar con esto porque: “Cuando mueren
los apegos, nace la libertad”.
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