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domingo, noviembre 16, 2014

“El nos dejó destrozados”

Cecilia Saviñón necesita la mano amiga
del gobierno para la manutención de sus
tres hermanos, que cuando sucedió el
hecho tenían 13, 12 y seis años. Ella 17.
Ahora con 22, tiene dos niños de siete y
tres años, con los que vive junto a su
marido en un estrecho apartamento de
 Villa Consuelo.
Joven narra las penurias que ha pasado al tener que continuar la crianza de sus tres hermanos luego que su madre, embarazada, fue víctima de un feminicidio 
Santo Domingo;- “El nos dejó destrozados”, cuenta con voz entrecortada  Cecilia Saviñón, la mayor en una familia de cuatro miembros  que quedaron en la orfandad después que su madre, Donatilia Castillo, con un embarazo de seis meses, cayó víctima del feminicidio, al ser asesinada a puñaladas por su pareja.
Su madre apenas tenía 32 años y el victimario 34, cuando ocurrió el hecho,  el 11 de mayo de 2009, un año que registra 199 feminicidios.
Fue una tragedia de la cual Cecilia no logra reponerse, no solo porque le afectó  emocionalmente, sino porque tuvo que asumir la responsabilidad de continuar con  la crianza de sus tres hermanos, que al momento del hecho tenían 13,12 y seis años, cuando ella, aunque ya se había casado, contaba con apenas 17.
Solo la niña menor, que ahora tiene 11 años, es fruto de la relación que mantuvo  Donatilia con su victimario, José Antonio Diloché Vargas,  quien fue condenado a 30 años de prisión.
Cecilia cuenta que su padrastro llama a un amigo de él todos los días para que les diga a los muchachos que lo perdonen y para que le lleven a la niña, la que no ha visto en los cinco años que lleva en la cárcel, porque nunca la han llevado a visitarlo.
“La niña me dice que lo odia, que no quiere verlo, porque no fue bueno lo que hizo”, dice Cecilia.
Recuerda que hubo una mujer que le habló sobre su papá y la niña de inmediato corrió para donde Cecilia a decírselo. “Ella me agarró de la mano y me dijo: ven a ver, esa mujer me estaba hablando que busque  mi papá, esa abusadora”, narró Cecilia.
Expresa que a ella se le iba por rato ese sentimiento negativo contra el asesinato de su madre porque la sacaban a andar para que se distrajera
“Yo me estaba volviendo loca, pero luego decía, si me vuelvo loca, ¿y mis hermanos?,  y yo decía, Dios, quítame eso de la cabeza”, comenta, aunque sostiene que  “todavía pienso en ella aquí, y hasta miedo me da”.
Hacinamiento
“Hay, Roberto, no me mates, que voy a dejar a mis hijos huérfanos”. Esas fueron las últimas palabras de Donatilia Castillo el día que la asesinaron, según contó Cecilia.
Donatilia Castillo sabía las carencias que pasarían sus cuatro hijos. Su hija mayor, Cecilia Saviñón, ahora con 22 años,  lo ha padecido en carne propia.
Cecilia se vio obligada a abandonar sus estudios en primero de bachillerato para dedicarse a quehaceres domésticos,  con el propósito de conseguir dinero para continuar con la crianza de sus tres hermanos,  ingresos que no le son suficientes para proporcionarle siquiera los alimentos, porque su oficio es lavar ropas.
Viven en un estado de hacinamiento, en un estrecho apartamento,  de una habitación y una salita,  en  la parte atrás de la calle Concepción Bona,  en el sector de Villa Consuelo.
Allí  están alojadas siete personas, ella,  su marido, sus dos hijas,  de siete y tres años, y sus tres hermanos, con una miseria que conmueve a los más insensibles.
 En sus oídos  se juntan los clamores de comida  de sus dos niñas  y  de su hermana menor, quien le grita  “mamá, tengo hambre”.
“Ellos (los hermanos) son mis hijos, porque me dicen mamá ya”, narra.
La única cama, que casi ocupa la pequeña habitación, no alcanza para todos. La comparte con sus dos hijas y esposo.  Sus hermanos duermen en el piso. Pero su mayor preocupación es garantizarle la comida y mandarlos a la escuela.
“A veces en la noche es que consigo para prepararle arroz con huevo”, dice.
El varón, de 18 años, optó por entrar al Ejército. Las demás estudian, la de 17 cursa el  tercero de bachillerato, y la menor, de 11,  quinto de primaria.  Cecilia detuvo los estudios en primero del bachillerato. Ahora, anhela concluir  porque aspira ser jueza, dice, para imponer condena a los hombres que matan a sus mujeres. Esa idea le llegó después del suceso, porque realmente siempre le ha gustado ser es estilista.
Aunque su marido estuvo de acuerdo con que ella criara a sus hermanos,  está consciente de que los ingresos no alcanzan, porque ella no tiene trabajo fijo, y su esposo es un “chiripero” que se gana la vida en un puesto de goma en el mercado del sector. 
Como si la carga fuera poca, su marido tuvo una relación extra, de la que tuvo otro hijo, que ha agravado más la situación económica,  porque fue sometido a la justicia por manutención, y hasta ha estado preso, cuando no ha podido pagar el monto de la pensión impuesta.
Cecilia aceptó esa realidad, porque cree que sola está peor.
“Yo me voy a mudar de aquí, porque esto es muy chiquito”, piensa en voz alta, algo que solo es una aspiración, porque a veces no tiene con que pagar siquiera los 3,500 pesos del alquiler donde vive.
Primero vivían con los padres del marido, pero ella le sugirió que se mudaran porque entendía que sus hermanos no se sentían cómodos.
El día que visitamos la casa, los hermanos e hijos de Cecilia estaban donde una tía,  era  feriado.  Al concluir la entrevista, no sabía qué comería ese día. De su familia no ha tenido  apoyo, porque afirma que “es pobre toda”.
Clama por ayuda a las autoridades, especialmente al Despacho de la Primera de Dama. “Yo me conformo con una casita de tabla y zinc”, aspira. Pide a Dios le de fuerzas para salir hacia delante.
“No es fácil con todos esos muchachos, buscarle comida,  enviarlos  a la escuela, buscarle merienda”,  se lamenta.  
Muchachos desamparados
La encuesta sobre factores psicosociales en hombres internos por feminicidios en el nuevo modelo de gestión penitenciaria en la República Dominicana, realizado en el 2011,  estableció que 59 feminicidas internos en esa fecha habían procreado 55 hijos con las víctimas. Esos muchachos quedaron huérfanos de madre por esa tragedia, y desamparados por los padres, porque fueron enviados a prisión a cumplir la condena impuesta.
El estudio determinó que esos feminicidas también tuvieron relaciones con otras mujeres, con las que procrearon otros  48 hijos, lo cual muestra el impacto de los feminicidios en los hijos.
Ninguna institución en el país desarrolla planes a favor de esos  niños.  Tampoco llevan estadísticas sobre la cantidad de niños y adolescentes que han perdido a sus madres por ese tipo de hechos,  lo cual dificulta que se desarrollen programas en su beneficio.
En el caso de Cecilia Saviñón, en cinco años no ha visto a ninguna autoridad  que haya ido a darle ayuda para que mantenga a sus tres hermanos y les pueda garantizar al menos las necesidades básicas de alimentación, vivienda y salud.
!Quedaron desamparados!.   
(( Violencia
 Victimario le dio 18 puñaladas
((+01
“La degolló  como a un pollo”,  expresó Cecilia,  al mostrar la foto de su madre, Donatilia Castillo.  Ella  todavía no logra borrar de su mente ese hecho, porque fue precisamente ella y su marido que la encontraron muerta en la habitación donde su madre vivía.  con su pareja. 
(( Impacto en los descendientes
((+02
Al describir el comportamiento de su hermana menor,  Cecilia expresa que   “va a la escuela, pero a veces me llora, y se pone nostálgica cuando se recuerda demamá”,  Y a seguidas exclama “!no es fáci!”  El hecho ha impactado a una de las nietas de Donatilia , de siete años, que aún repite expresiones que escuchaba sobre el caso.
((Una vecina pide ayudar a familia
((+03
Isabel Espinal, vecina de Cecilia,  solicitó al gobierno que le de un “rancho”  a Cecilia.  Se pregunta si el gobierno no hace nada con las familias que viven así. 
“Esa muchacha necesita un lugar donde ella pueda criar esos muchachos”, expresó.  

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