Britanny Maynard, de 29 años, ha pasado casi
toda su vida sufriendo fuertes dolores de cabeza. El primero de enero de
este año descubrió que tenía un tumor cerebral de gran tamaño. A los
pocos días la operaron para tratar de frenar el crecimiento de la
tumoración. Tres meses más tarde le dijeron que seguía creciendo y le
pronosticaron seis meses de vida.
La joven norteamericana que
apenas tenía un año de casada y soñaba con hacer una familia sintió que
todo se derrumbaba. Se sometió quimioterapia completa y perdió el pelo y
sufrió quemaduras del cuero cabelludo. Maynard sufre glioblastoma, un
cáncer caracterizado por su rápido crecimiento a otras regiones del
cerebro.
Los cuidados paliativos, por lo tanto, podrían
convertirla en adicta a la morfina y, aun así, no garantizaban que sus
cualidades cognitivas no quedasen mermadas. Además, dada su juventud, es
probable que el proceso se prolongase durante mucho tiempo, por lo que
ella y su familia decidieron abandonar su hogar de San Francisco y
desplazarse al estado de Oregón, uno de los cinco estados americanos
donde existe una Ley de Muerte Digna. Eligió morir joven a pasar años de
sufrimientos que además mortificarían a sus familiares.
En Oregón
los médicos confirmaron que cumplía las características necesarias para
acceder al medicamento que acabaría con su vida cuando ella decida. No
fue nada fácil, no sólo por la enfermedad de la joven, sino también
porque provocó que la familia tuviese que buscar un nuevo hogar y nuevos
médicos, y que su marido tuviese que pedir una excedencia en su
trabajo.
La joven Maynard se ha convertido en activista de la
muerte digna en los Estados Unidos y por eso ha dado a conocer su caso.
Elaboró un vídeo narrando su vida y explicando que su decisión no es de
una suicida. Durante semanas ha tenido el medicamento a su alcance pero
ella fijó el día primero de noviembre para morir.
Brittany Maynard
planea despedirse de la vida en la cama que actualmente comparte con su
esposo, rodeada de sus seres queridos, su marido, su padre y su
padrastro, así como su mejor amigo, escuchando su música preferida. Una
decisión valiente.
Esto es tener el derecho de elegir nuestra
muerte cuando la enfermedad terminal solo nos proporciona una vida de
sufrimientos que afecta emocionalmente nuestro entorno y llena de
deudas a nuestras familias. Total para nada.
Por Alfredo Freites ;-
alfredofreitesc@gmail.com
Por Alfredo Freites ;-
alfredofreitesc@gmail.com
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