Este cuento lo repetía con frecuencia en sus programas radiales el
genial humorista criollo Rafael Tavares Labrador, más conocido por el
nombre artístico de Paco Escribano.
Un modesto empleado privado de
clase media recibió una de las peores informaciones que puede llegar a
los oídos de un machazo dominicano, de boca de un vecino.
--Tu
mujer te está pegando cuernos- fue la forma brusca y poco diplomática
que le disparó la noticia su amigo, un desempleado conocido por su
afición al chisme.
--¿Usted se está volviendo loco, o es que no
sabe que esa es una de las mujeres más serias que haya parido madre
alguna?- respondió el aludido, con cara de quien está a punto de lanzar
una trompada.
--Recuerde, vecino, que los refranes contienen
verdades irrebatibles, y hay uno que afirma que en materia de cuernos,
el último en enterarse es el marido burlado; eso se debe a que si en un
grupo se está hablando del tema, y se acerca el de los cachos en la
cabeza, cambian el tema por uno de pelota o de política- replicó el
interlocutor del confiado cónyuge.
--Pero es que nunca la he
cogido en una pifia, como se dice en el lenguaje del béisbol. Además,
todo el que conoce a mi esposa, sabe que no acostumbra coquetear con los
hombres, y tiene fama de antipática, de odiosa.
--Bueno, entonces
lo que hay que admitir es que sabe disimular su verdadera personalidad,
porque si le cuento cómo es que realiza su labor cuernera, usted se va a
caer de espaldas, porque lo que demuestra es que tiene poca o ninguna
vergüenza, poco o ningún pudor.
--Pues dígame dónde lo hace, y lo que es más importante, con quién está pichando esos juegos fuera de mi estadio.
--No
ha tenido que salir de tu pley para convertirte en venado, pues donde
se acuesta con otro es en la hamaca que tienes en el patio. Y que no es
que me esté inventando esto, sino que me tiro la oreja desde el balcón
de mi casa, que como sabes está ubicada en un tercer piso, y usando unos
prismáticos que compré.
--No se apure, vecino, que ese problema lo resuelvo mañana mismo.
Al
día siguiente el presunto cónyuge pateado en su honor llamó al vecino
para informarle acerca de la forma en que resolvió el problema del
adulterio.
--Acabé con la vagabundería de ese par de inmorales; corté la hamaca y la vendí.
Por Mario Emilio Pérez;-
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