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martes, abril 08, 2014

20º aniversario del genocidio que desangro a Ruanda

En los dos meses siguientes, las FAR asesinaron miembros de la comunidad tutsi a un ritmo alarmante. Algunas estadísticas aseguran que alrededor de 800.000 ruandeses perdieron la vida en las primeras seis semanas del genocidio. El objetivo de los hutu era exterminar a todos los tutsis que vivieran en Ruanda.

En 1994, la guerra civil en Ruanda ya llevaba cuatro intensos años. El sangriento conflicto tenía al gobierno, comandado por los hutu, enfrentados con el gran Frente Patriótico Ruandés (RPF, según sus siglas en inglés) de etnia tutsi. 
Durante la guerra civil, las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) comenzaron a proveer a los civiles hutus con machetes y demás armas. Si bien esto fue llevado a cabo con la excusa de “proteger al pueblo”, muchas de estas armas fueron usadas para el genocidio.

El 6 de abril de 1994, el avión en el que viajaban el presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana y el presidente hutu de Burundi, Cyprien Ntaryamira, fue derribado antes de aterrizar en la capital ruandesa de Kigali. No hubo sobrevivientes.
Aunque más tarde se descubrió que el misil había sido disparado por extremistas hutus, en ese entonces se culpó a las fuerzas tutsis por el asesinato. La muerte de estas dos prominentes figuras hutus es considerado el catalizador de este genocidio.
El genocidio tenía como objetivo el exterminio de los tutsis y hutus moderados, por la mayoría hutu. Esta matanza comenzó horas después del asesinato.

En la provincia occidental de Gisenyi, los líderes militares se dirigieron a una gran multitud para comunicarles la noticia del asesinato y culpar al RPF. Les dieron instrucciones de “comenzar el trabajo” y asegurarse de que “no quede nadie”. El día siguiente, las Matanzas se extendieron a las provincias de Ruhengeri, Kibuye, Kigali, Kibungo, Gikongoro y Cyangugu.
En las zonas urbanas, los bloqueos de ruta fueron instalados para que quienes los atravesaran tuvieran que mostrar su identificación, que incluía información sobre su etnia. Los tutsis eran asesinados de inmediato. Durante el genocidio, muchos hutus perdieron la vida por ser simpatizantes o, simplemente, por “parecer tutsi”. 
En respuesta al genocidio, el RPF comenzó a contraatacar. El RPF comenzó a avanzar desde el norte hacia la capital, Kigali; y a medida que el ejército tutsi comenzó a tomar control de las zonas, la matanza comenzó a apaciguarse. El RPF se dedicó a rodear la capital y cortar los suministros de la ciudad.
Los líderes del RPF lograron tomar el control de grandes áreas de Ruanda y alrededor de la capital, mientras que las FAR se concentraban en asesinar gente, en lugar de luchar por la tierra.
El 4 de Julio, el RPF finalmente logró tomar las fuerzas gubernamentales de Ruanda y terminó con los 100 días de genocidio, a la vez que el gobierno hutu huyó a Zaire.
En la actualidad, Ruanda tiene dos fechas en el calendario para conmemorar el genocidio: el día de la conmemoración del genocidio, el 7 de abril; y el día de la liberación, el 4 de julio. La semana siguiente al 7 de abril fue declarada una semana oficial de luto.
Las estadísticas del gobierno ruandés calculan que unas 1.174.000 fueron asesinadas durante el genocidio; lo que equivale a 10.000 personas por día. Unos 300.000 tutsis sobrevivieron el genocidio, aunque miles de viudas son ahora portadoras de VIH, ya que fueron violadas.
Las secuelas del genocidio fueron largas, complicadas y sangrientas. Millones de hutus huyeron a países vecinos por temor a una venganza tutsi. Además de la creación de una enorme cantidad de campamentos de refugiados, este conflicto desembocó en dos guerras en el Congo y la muerte de millones de personas más.
La comunidad internacional también fue criticada por no haber hecho lo suficiente para detener lo que estaba sucediendo en Ruanda. En 2005, el expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton visitó Ruanda y expresó su “arrepentimiento por su fracaso personal” al no haber actuado para detener el genocidio.
En noviembre de 1994, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estableció el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (ICTR, según sus siglas en inglés) para poder enjuiciar a los líderes del genocidio. También se llevaron a cabo muchos juicios locales dentro del país.
Hasta la fecha, 95 personas han sido sentenciadas por la ICTR, de los cuales 48 fueron enviados a prisión con sentencias de entre 9 meses y cadena perpetua. 19 fueron absueltos o se les retiraron los cargos, 12 están apelando su sentencia, a 10 les cambiaron el juicio a Francia o Ruanda, 4 permanecen fugitivos y 2 fallecieron mientras aguardaban ser enjuiciados.

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