Cuando me planteé escribir sobre este tema se me vino a la cabeza la
película Don Jon estrenada hace unos meses. A ver si les suena el
cuadro: el protagonista, Joseph Gordon-Levitt, es un mujeriego capaz de
acostarse con todas las mujeres que quiera; sin embargo, con ellas no
siente nada comparado al placer de masturbarse solo viendo películas
porno. El sexo real lo decepciona. Por su parte, el personaje de
Scarlett Johannson ha crecido con una idea romántica del amor y unas
expectativas irreales de las relaciones, el sexo es un arma más de
seducción.
Cuando empiezan su noviazgo piensan que todo iba bien: ella creía
haber encontrado el príncipe azul y él la actriz porno azul. Sin
embargo, cuando llegan a la intimidad él vuelve a sentirse decepcionado y
retorna al antiguo hábito del sexo virtual. Cuando ella se entera,
entra en cortocircuito.
Lo primero interesante es que ambos personajes son víctimas de la
cultura mediática: ni el sexo ni el amor son como lo pintan en las
pelis. Y quizás estas expectativas irreales y desvirtuadas son lo
primero a lo que nos tenemos que enfrentar tanto en nosotros como en
nuestra pareja. Nuestra generación ha estado más influenciada por la
pornografía que la de nuestros abuelos o bisabuelos, hemos crecido con
ella e, incluso ha formado parte de nuestra vida sexual orientándonos a
algunas prácticas y banalizando otras. Como dice una estudio
realizado en Francia, somos la Generación YouPorn. Es decir, si
nuestros abuelos se excitaban cuando veían un tobillo, ¿qué esperar de
los hombres de hoy que tienen toda una gama de genitales de diferentes
colores haciendo toda una variedad de trucos circenses? Claramente, mi
bisabuela lo tenía más fácil que yo y que Scarlett Johansson.
Esto significa que tenemos que luchar mucho más por mantener un
equilibrio entre la realidad y la fantasía pero, por otro lado, nuestras
fantasías son mucho mayores y también lo puede ser nuestro placer; así
que podemos decidir si acomodar de la mejor forma la pornografía en
nuestras vidas sexuales o no.
Por supuesto, hay personas para las que esto no es ningún problema y
en muchas parejas la pornografía se teje con el amor de una forma más
natural, ¡felicidades!. Sin embargo, para otras, el hecho de que la
pareja sugiera ver pornografía o le guste hacerlo en solitario puede
suponer un problema – como Scarlett, se puso histérica – y nos
preguntamos: ¿por qué necesita del porno? ¿No le satisfago? Si tienes
una pareja supuestamente no necesitas nada más… entonces es que “está
enfermo”, ¡es un obseso sexual!.
Voy a hacer un indicio aquí para decir que la pornografía sí puede
generar una dependencia, casos extremos en los que la preocupación sí
está justificada.
Pero en otros, la mayoría, no tiene por qué. Así que me he puesto en
el supuesto de que Scarlett Johansson se me acercara a pedirme consejo
(¡JA!) porque a su novio le gusta el porno. Por supuesto, cada pareja es diferente y todo es posible, pero voy a intentar resumir las posibles respuestas:.
·Querida Scarlett: si sientes que esa necesidad de tu pareja es signo
de un problema mayor, yo diría que habría que enfocarse en ese problema
y no en si quiere ver porno. A lo mejor, efectivamente, el acto amoroso
necesita un poco de pimienta.
·Si sientes que todo va bien, entonces es sólo un gusto o una
fantasía. Así que puedes simplemente respetar su “afición” si no te
gusta o unirte a él. Encontrar un género que los estimule a los dos y
complementarlo con otras fantasías. Si, como a muchas mujeres nos pasa,
el porno te resulta un tanto “perturbador” sugiérele películas más
suaves con las que también te sientas cómoda tú. El “porna” puede ser una buena opción.
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