Carta abierta al ciudadano presidente Danilo Medina
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Sr. Presidente:
Forzados por la rapidez con que
evoluciona la tensa y peligrosa crisis internacional atentatoria a la
soberanía del Estado dominicano y a la paz social, esta carta ha sido
modificada varias veces actualizándola para que no perdiera su propósito
esencial de contribuir a la defensa de los mejores intereses de la
República.
La tecnología nos brindó la oportunidad de asistir a la
Sesión de la Asamblea de la Organización de Estados Americanos, OEA,
donde se hicieron acusaciones diversas contra el país, a partir de la
Sentencia No. TC/0168/13 dictada por su Tribunal Constitucional,
reveladora experiencia que nos dio la visión más completa de la conjura y
las amenazas que se ciernen sobre los dominicanos; y con ella la
necesidad de su más reciente modificación.
La OEA, que ya ha
conspirado antes contra la soberanía de la República Dominicana, dio una
nueva demostración del porqué ese organismo dejó de ser tribuna de la
democracia y la libertad en América.
La sesión de su Asamblea fue
una encerrona concertada contra el país, acatando la conjura que se hizo
evidente en su desarrollo al acoger e introducir en tiempo récord en su
Agenda –conocida el Martes pasado 29 de Octubre– la acusación
presentada contra el país por la representante de San Vicente y Las
Granadinas, a instancias de la Cancillería de Haití, y a nombre de un
supuesto perjuicio a miembros del CARICOM a causa de la Sentencia
emitida por el Tribunal Constitucional, regulando la migración y la
nacionalidad o ciudadanía dominicanas, la cual afecta primordialmente a
los inmigrantes haitianos y su descendencia en el país.
El
Gobierno de San Vicente y las Granadinas, que encabezó los ataques de
los miembros del CARICOM contra el país en la OEA, incurrió en violar la
más elemental norma protocolar internacional, al leer su Representante
en la sesión, la carta que previamente había enviado su Primer Ministro
al Presidente de la República Dominicana, país con el cual no ha
intercambiado representantes diplomáticos; escrita con un lenguaje
ofensivo y descompuesto con el cual ofendía gratuitamente al Gobierno
dominicano al acusarle de violar normas internacionales; mientras
incurría precisamente en ello. Ese mensaje se permitió indebidamente que
fuera leído en la sesión de la Asamblea de la OEA por la representante
de San Vicente y Las Granadinas, como una desconsideración a la
Delegación Especial del Gobierno dominicano que estaba presente.
No
es ocioso señalar que la Asamblea de la OEA es una tribuna
desacreditada ante el pueblo dominicano, porque –siempre obediente a los
dictados de los gobiernos de turno en los EEUU– creó en 1965 la Fuerza
Interamericana de Paz, encabezada por un contingente de tropas
norteamericanas a cargo del Gral.
Bruce Palmer, con la cual vino a
aplastar el Movimiento Constitucionalista que –paradoja de la
geopolítica– buscaba precisamente restaurar en el país la democracia y
la libertad, con el régimen que se había dado libremente en diciembre de
1962 al cabo de la dictadura de 31 años que instaló la ocupación
norteamericana de 1916-1924; y depuesto en 1963 con un golpe militar
dirigido por las corporaciones de la Plutocracia Mundial.
Esta
inmigración desde Haití se originó desde la intervención y ocupación
militar de la isla por EE.UU. de 1915-1934, con la cíclica contratación
de braceros de la industria azucarera, entonces totalmente de capital
norteamericano –considerados ‘en tránsito’– para realizar el esclavizado
trabajo del corte y recogida de la caña de azúcar, desplazando la mano
de obra dominicana y la que provenía del Caribe británico (los cocolos
de S.P de Macorís) y otras islas del Caribe; lo que explica su
extraordinaria solidaridad contra el país, en la sesión de la Asamblea
de la OEA.
Esta industria, responsable de este flujo permanente de
braceros, debió ser requerida hace tiempo de su perentoria
modernización, con la mecanización del corte y recogida de la caña de
azúcar. Esa mano de obra contratada, hace hoy presencia consentida en
una extensa gama de actividades ejercidas en abierta violación del
Código de Trabajo –inobservado e inoperante– en perjuicio del mercado de
trabajo de los dominicanos, básicamente la construcción.
La
magnitud de la reacción de organismos internacionales a la Sentencia del
T.C. reveló la existencia de una grave conjura que se incubaba como un
tumor maligno contra el país, y evidenció que esa inmigración de
ciudadanos haitianos indocumentados –a través de una frontera
deliberadamente desguarnecida a partir de 1961– no era solo una
respuesta a la demanda de mano de obra de la industria azucarera a un
Haití postrado por su crisis permanente. Obviamente la inmigración
haitiana ocultaba un designio geopolítico de insospechado alcance, que
se evidenció con las intervenciones en la Asamblea de la OEA.
Los
turnos de los delegados del CARICOM y de EEUU en la Asamblea, tuvieron
en común atacar la Sentencia del T.C. atribuyéndole una motivación
racista a sus restricciones a la nacionalidad dominicana. La
concertación fue tan notoria que evidenció que el Estado dominicano está
bajo la agresión de un proyecto de ‘Fusión de Facto’ con Haití.
En
este propósito concurren dos voluntades con un mismo objetivo. Haití
–cuyo liderazgo político, social y económico sustenta su ideología en el
trasfondo histórico de 22 años de dominación sobre el este de la isla–
aporta a la conjura como contexto justificativo, sus precarios recursos
para sus masas sobrevivir sus necesidades. La Plutocracia Mundial, en
pos de la riqueza de oro y plata de la isla; aporta la influencia
económica de sus corporaciones; y la gran influencia política
internacional de líderes que se dieron cita a ambos lados de la
frontera.
Para desmontar los alegatos de racismo a la defensa que
el país hace de su frontera y territorio ante la penetración masiva del
pueblo haitiano, basta recurrir a la información étnica sobre ambos
países de la ‘CIA World Fact Book’ en el Internet. La haitiana es 95%
negra, 5% blanca y mulata; y la dominicana es 73% mulata, 16% blanca y
11% negra. Aunque es obvio que son datos previos al terremoto que azotó a
Haití en enero de 2010; sirven para demostrar que un país que ha
mezclado étnicamente blancos y negros hasta un 73% de su población, no
puede sustentar el prejuicio racial. Por el contrario, Haití con su
composición étnica, muestra que ese 5% mulato y blanco controla la vida
política y económica en perjuicio del 95% de una mayoría negra y pobre
de su población, que emigra a todas partes y preferiblemente a
territorio dominicano.
Toda nación tiene, ante una agresión
externa e intencional, el elemental Derecho a la Defensa, la cual se
intenta negar al Estado dominicano en su conflicto con Haití, al cambiar
su naturaleza en su esencia migratoria, que desconoce su soberanía
territorial; a un alegado atropello a los derechos humanos de los
inmigrantes que la Sentencia del T.C. hace objeto de restricción en
cuanto a su reclamo a una nacionalidad, en este caso dominicana,
ignorando ex profeso la que su Constitución le otorga. Estos reclamos
parecerían legítimos y de buena fe sobre principios pactados para la
convivencia civilizada de las naciones, suscritos por el Estado
dominicano; pero son un ejercicio hábil e intencionado de
desinformación, arma efectiva del ‘Arte de la Guerra’.
La
migración masiva e ilegal de haitianos indocumentados llegados por
décadas a suelo dominicano impulsados por la necesidad de escapar de la
miseria y el hambre de la exacción históricamente sufrida por Haití en
pos de oportunidades de trabajo sin tener ofertas; se plantea como una
acción espontánea de supervivencia, y un problema de humanidad, al ser
la misma causa que lleva a los dominicanos a emigrar buscando mejor
vida. Pero, desde la soberanía migratoria del país, su arribo sigue
siendo un delito sustentado en la injusta imposición de que la necesidad
de los haitianos sobrevivir la tragedia de Haití, obliga al país a
doblegar su Estado de Derecho, que preserva su integridad territorial y
condición de Estado libre soberano e independiente.
En cambio, si
el traslado masivo de la población haitiana a territorio dominicano es
resultado de un plan deliberado y premeditado, guiado por una visión
estratégica a largo plazo, compartida entre el Estado haitiano y la
Plutocracia Mundial, cual es el proyecto de ‘Fusión de Facto’, en el
cual el primero, con su inmigración dotada de nacionalidad dominicana
que le permite elegir y ser elegida, sirva a los objetivos del segundo
de borrar la frontera que obstaculiza sus operaciones mineras; ello
requiere al Estado dominicano ejercer sin vacilar su derecho a la
defensa; porque tipifica una política atentatoria contra su personalidad
e integridad; y se convierte en una agresión de parte del Estado
haitiano, prevista en el Art. 18 de la Carta de la OEA.
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Los ataques contra el país en el ámbito local e internacional tuvieron mayor rigor a partir de la Sentencia No. TC/0168/13 dictada por su Tribunal Constitucional. |
Que ese
flujo de inmigrantes ilegales del 95% negro y pobre de Haití, carezca
deliberadamente de documentos de identidad, y cada intento de su
repatriación se acompañe de declaraciones de autoridades haitianas y
organismos internacionales protestándolo, confirma su intención
deliberada como un acto de injerencia en los asuntos internos del Estado
dominicano; que tiene como único recurso para ubicar e identificar a
los transgresores migratorios, su etnia e idioma, sobre todo con los
recién llegados. Se explica así que los esfuerzos de las autoridades
migratorias dominicanas en restringir y devolver a los haitianos
ingresados al país ilegalmente, usando su color y habla, sustente la
campaña interna e internacional que acusa al país de racismo.
Con
efecto, el conflicto entre ambos países que en 1937 determinó la
intervención y mediación de la Unión Panamericana por las brutales
medidas coercitivas ejercidas por Trujillo contra la ilegal inmigración
haitiana negada a retirarse del territorio nacional, que se consideró
como un conflicto migratorio originado en un delito de infracción
fronteriza en perjuicio del Estado dominicano; es exactamente el mismo
delito que ha determinado la denuncia del país ante la OEA y mantiene la
prensa llena de protestas de nacionales y extranjeros a la Sentencia
del T.C., convirtiendo ahora a sus infractores en víctimas del Estado
dominicano por atentar contra un principio el cual suscribió al
adherirse a la Convención Americana de Derechos Humanos, consagrado a
toda persona; el derecho a una nacionalidad.
La crisis
internacional provocada por los agentes de la ‘Fusión de Facto’ que
culminó en la Asamblea de la OEA, permitió definir sus respectivos
aportes a la conjura contra el país. Haití contribuyó la solidaridad
étnica del Caribe negro, tal como se manifestó en sus intervenciones,
contra un país de raíz hispánica que acusó de racista, no obstante tener
su población mezclada étnicamente en un 73%. La Plutocracia Mundial
contribuyó la parcializada intervención de la representante de EEUU en
la OEA; precedida de los anuales y tendenciosos informes de su Dpto. de
Estado, acusando al país de racista por restringir su nacionalidad a la
migración haitiana; complementada con la indebida e inaceptable
injerencia de sus legisladores y la influencia de altos líderes
políticos de EEUU, presentes a ambos lados de la frontera
dominico-haitiana.
La ardiente e interesada defensa de esos
derechos humanos, supuestamente vulnerados, provenientes de potencias
grandemente responsables de la tragedia haitiana, se ha trocado en una
virulenta campaña de agresión contra el Estado dominicano y su mal
defendida soberanía, que viene a culminar la permanente agresión que por
años ha sufrido el país, proveniente sistemáticamente de los anuales
informes del Dpto. de Estado de EEUU; de entidades supuestamente
comprometidas con la defensa de los derechos humanos, y de parte de las
entidades de Derechos Humanos dependientes de la OEA, la Comisión y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La agresión al país,
colofón de un proceso de tolerancia excesiva de sucesivos gobiernos a
esa masiva inmigración, masificada a partir del terremoto de enero de
2010, no hubiera alcanzado su magnitud, si no fuera apoyada además de
las presiones internacionales interesadas; por gobiernos entregados a la
voluntad e intereses foráneos, cuyas políticas abrieron la frontera
propiciando la entrada del cólera al país. Tampoco ha estado exenta de
ilegales manejos partidarios con fines electorales; confirmados en el
deliberado ocultamiento de su real magnitud por el defectuoso Censo
Nacional que no la cuantificó, y dejó a subvaluados estimados de una
encuesta particular e interesada. En estas culpas ningún partido
político puede tirar la primera piedra.
La crisis, se enfoca
aparentemente en el tema de la nacionalidad o ciudadanía y su supuesto
despojo por la Sentencia del T.C. a miles de ciudadanos. En realidad
ésta cuestiona la soberanía migratoria de la República, escasamente
ejercida en una frontera desguarnecida. Su insospechada dimensión se
revela en la forma concertada y virulenta en que se han manifestado
quienes a nombre de los Derechos Humanos cuestionan la Sentencia.
El
cuestionamiento proviene internacionalmente de Cancillerías, Organismos
Internacionales y entidades privadas; e internamente ONGs locales;
entidades religiosas pro-haitianas; e incluso los propios inmigrantes, a
quienes se permitió organizarse ilegalmente para protestar las
decisiones soberanas del país. Ahora hacen presencia diecinueve
congresistas de EEUU con una carta; y el expresidente de Costa Rica y
Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, quien llegó al Palacio Nacional del
brazo de un pro-haitiano. Todos son piezas claves del proyecto de
‘fusión de facto’ o ‘Isla Única e Indivisible’, que elimina la frontera,
respaldado por la Plutocracia Mundial en su interés de controlar la
riqueza mineral de oro y plata de la isla, sobre la cual todavía hoy
surge noticia en suelo dominicano.
Esta riqueza ha sido
inventariada por misiones que dejaron testimonio en los archivos
dominicanos y de las grandes potencias, que se iniciaron a partir del
obstaculizado esfuerzo Trinitario de 1844 de implantar su proyecto de
Nación Libre, Soberana e Independiente, a raíz de liberarse de 22 años
de dominación haitiana. El más significativo es ‘Diario de una Misión
Secreta a Santo Domingo’, de 1846 de David Dixon Porter, ordenada por el
presidente Polk de EEUU. El hecho de que varias minas de oro en suelo
dominicano –de incrementado valor actual– tienen solución de continuidad
al través de la frontera hacia Haití, puso en la agenda de despojo y
apoderamiento de la Plutocracia Mundial respaldar y forzar la ‘Fusión de
Facto’ para facilitar las operaciones de sus Corporaciones.
FIRMANTES DE LA CARTA AL PRESIDENTE MEDINA
Co-redactores del documento: Leopoldo Espaillat Nanita, Luis
Ventura Sánchez, José L. Montero S.J., Manuel Núñez Asencio, Trajano
Vidal Potentini, Daniel S. Bodden, Virgilio Malagón Álvarez, Luis Ml.
Guzmán, Mario Bonetti, Luis Ml. Cedeño Despradel, Hugo C. Quezada,
Armando Armenteros E.
FIRMANTES DE LA CARTA AL PRESIDENTE MEDINA
Co-redactores del documento: Leopoldo Espaillat Nanita, Luis
Ventura Sánchez, José L. Montero S.J., Manuel Núñez Asencio, Trajano
Vidal Potentini, Daniel S. Bodden, Virgilio Malagón Álvarez, Luis Ml.
Guzmán, Mario Bonetti, Luis Ml. Cedeño Despradel, Hugo C. Quezada,
Armando Armenteros E.
Firmas voluntarias en respaldo: Miguel Hernández, Rafael Reyes
Jerez, Ralph Calcaño, Rafael Guzmán Bayoan Pou, Olga Abreu,
Rafael Guzmán, José Antonio Liriano, Carlos A. Lantigua R.
Jerez, Ralph Calcaño, Rafael Guzmán Bayoan Pou, Olga Abreu,
Rafael Guzmán, José Antonio Liriano, Carlos A. Lantigua R.
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