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Autor: Fco. S. Cruz |
Y no es que un actor político equis, esté
descalificado para criticar, “monitorear” y exigir transparencia de cada
acto público de un gobierno -administración de recursos, políticas
públicas, inversión pública, lentitud o lenidad con la corrupción
pública (y de la privada, ¿qué?) , cumplimiento de la ley, etc.-, sino,
que juegan igualitos que nuestros políticos profesionales partidarios
que, de proceso en proceso electorales, asumen diferentes roles: ya
jefes de campaña, ya de asesores de relaciones públicas, ya de finanzas,
ya de asesores económicos, ya de asesores de “relaciones
internacionales” (esta categoría es de reciente creación) ,ya de
cabilderos, ya de asesores de imagen pública y hasta de periodistas
seudos “independientes” agazapados.
Luego, si su candidato o su partido gana (esos
actores políticos de la periferia), devienen en ministros, directores
generales, gobernador del Banco Central (puesto muy apetecido, por el
salario, la principalía y otros beneficios colaterales), Cámara de
Cuentas, embajadores, cónsules y demás nomenclaturas del organigrama
estatal. Pero sí sucede lo contrario, es decir, que su partido y su
candidato pierde, entonces, se las ingenian para lograr el control de
las llamadas “instituciones democráticas” de la “sociedad civil”, para
desde allí, y con esa etiqueta (la de “sociedad civil”), hacer oposición
política disfrazada del manido discurso-cliché: “…para contribuir al
adecentamiento del ejercicio del poder y de la política, exigiendo
trasparencia pública”. Es un juego de máscaras y de poses (en el que
politólogos y sociólogos “lights” no se quedan atrás), o más bien, de
“cuentos chinos”.
Sin embargo, lo más cínico e increíble en ellos
(en esos actores políticos de la periferia), es que quieren que el país y
el mundo entero (¡válgame Dios!) crean en sus nuevos roles de
“censores-fiscalizadores públicos”; y que además, olvidemos, de un
porrazo, su mas reciente participación política-electoral, abierta o
solapada, a favor del tal o cual partido y candidato. Nada criticable,
si dichos señores, no nos creyesen tontos, desmemoriados, o pendejos.
Estoy convencido que en nuestro país, no son tanto
las instituciones -partidos políticos, poderes públicos, sistema de
justicia, opinión pública, etc.- que están corrompidas y prostituidas
hasta la saciedad, sino también y muy visible, muchos de sus actores
políticos (enquistados en el sistema de partido político, de los poderes
fácticos, de la llamada “sociedad civil”, de la “opinión pública”, y de
la retahíla -con contadas excepciones- de negocios llamados ONGs) con
sus prácticas de doble moral y carita “de yo no fui”.
¡Quitémosle, pues, las caretas!
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