LA DECISIÓN DE FRANCISCO, DE DESATENDER UNA REGLA DE LA IGLESIA Y LAVAR
LOS PIES A DOS JOVENCITAS DURANTE EL RITUAL DEL JUEVES SANTO, HA SIDO
PARA LOS TRADICIONALISTAS LA GOTA QUE DERRAMÓ EL VASO.
Por Nicole Winfield-
¿UN EJEMPLO CUESTIONABLE?
Francisco es la cabeza de la Iglesia, de modo que, en teoría, puede hacer lo que le plazca, opinan algunos.
Ciudad del Vaticano.(AP)El papa Francisco se ha ganado muchos corazones
con su estilo sencillo y sus exhortos a ayudar a los más pobres del
mundo. Sin embargo, ha conturbado a los católicos tradicionalistas que
adoraban a su antecesor Benedicto XVI, quien restituyó parte de la pompa
tradicional en la figura del pontífice.
La decisión de Francisco
de desatender una regla de la Iglesia y lavar los pies a dos jovencitas,
una musulmana serbia y una católica italiana, durante el ritual del
Jueves Santo, ha sido para esos tradicionalistas la gota que derramó el
vaso: una evidencia de que el nuevo papa tiene poco o nulo interés en
una de las prioridades de Benedicto: revivir las tradiciones anteriores
al Concilio Vaticano II en la Iglesia.
Uno de los “blogs”
tradicionalistas con más lectores, “Rorate Caeli”, reaccionó a la
ceremonia del lavatorio declarando que había muerto el proyecto de ocho
años de Benedicto XVI para enderezar lo que el entonces pontífice
católico consideró interpretaciones erróneas de las reformas
modernizadoras del Concilio Vaticano II.
Un comentarista afín a
las ideas tradicionalistas en Argentina, el país natal del papa
Francisco, es Marcelo González, quien reaccionó a la elección de
Francisco con un artículo titulado “¡El Horror!”
González
afirmó que Jorge Mario Bergoglio, el actual papa, no realizó
prácticamente esfuerzo alguno como arzobispo de Buenos Aires por revivir
la antigua misa en latín, una causa abrazada por Benedicto XVI y por
los tradicionalistas. “Enemigo jurado de la misa tradicional, no ha
permitido sino parodias en manos de enemigos declarados de la liturgia
antigua”, escribió González en la publicación Panorama Católico
Internacional.
Prácticamente todo lo que ha hecho Francisco
desde que fue elegido papa ócada gesto y decisiónó ha disgustado a los
tradicionalistas de un modo u otro.
La noche del 13 de marzo,
cuando se le eligió en el cónclave, Francisco salió al balcón central de
la Basílica de San Pedro sin la “mozzetta”, la capa de terciopelo rojo y
piel de armiño, usada por los anteriores papas durante actos oficiales.
En vez de ello, vistió una sencilla túnica blanca. Ese gesto se
convirtió en un símbolo del rechazo de Francisco a los atavíos del
papado. Para algunos, representó además un desdén al pontificado de
Benedicto XVI, dado que el papa alemán buscó revivir muchas vestimentas
litúrgicas de sus antecesores.
Inmediatamente después, cuando los
cardenales le juraron obediencia, Francisco no los escuchó desde una
silla o pedestal, como hicieron otros pontífices. Permaneció de pie, al
mismo nivel que los cardenales.
Ello seguramente lastimó a los
tradicionalistas, quienes recuerdan con nostalgia los días en que los
papas usaban la silla gestatoria, una suerte de trono portátil, sobre el
que eran llevados en andas. Posteriormente, Francisco ha exhortado a
“intensificar” el diálogo con el islam, un gesto que irrita a los
tradicionalistas, los cuales consideran que un afán por estrechar las
relaciones interreligiosas no es sino una señal de relativismo
teológico.
El nuevo pontífice causó también azoro al rechazar la
cruz pectoral que le ofreció, justo después de su elección, monseñor
Guido Marini, el gurú vaticano en materia litúrgica. Durante el
pontificado de Benedicto, Marini se convirtió en el símbolo de los
esfuerzos de ese papa por restablecer los cantos gregorianos y la
vestimenta con brocado de seda, típica de la época anterior al Concilio,
durante las misas que oficiaba el sucesor de San Pedro.
Marini ha
permanecido al lado de Francisco mientras el nuevo papa le imprime su
propio sello a las misas, con vestimenta más sencilla y homilías
improvisadas. Pero muchos esperan que el nuevo obispo de Roma nombre
pronto a un nuevo maestro de ceremonias litúrgicas, más afín a sus
prioridades de llevar a la gente común el mensaje de amor y servicio de
la Iglesia, sin los ornamentos de su antecesor.
Lavatorio de pies
Ninguno de los lujos de la alta jerarquía eclesiástica estuvo presente en el acto del Jueves Santo, dentro de la prisión de jóvenes de Casal del Marmo en Roma, donde el papa de 76 años se arrodilló para lavar y besar los pies de 12 reclusos, incluidas dos mujeres. El ritual revive el lavatorio de pies que Jesucristo les hizo a sus 12 apóstoles durante la Última Cena, antes de la Crucifixión, en una muestra de amor y servicio a ellos.
Ninguno de los lujos de la alta jerarquía eclesiástica estuvo presente en el acto del Jueves Santo, dentro de la prisión de jóvenes de Casal del Marmo en Roma, donde el papa de 76 años se arrodilló para lavar y besar los pies de 12 reclusos, incluidas dos mujeres. El ritual revive el lavatorio de pies que Jesucristo les hizo a sus 12 apóstoles durante la Última Cena, antes de la Crucifixión, en una muestra de amor y servicio a ellos.
Las reglas litúrgicas indican que sólo pueden participar hombres en el ritual.
Nicole Winfield |
Francisco es la cabeza de la Iglesia, de modo que, en teoría, puede hacer lo que le plazca, opinan algunos.
“El
papa no necesita permiso de nadie para hacer excepciones sobre la forma
en que las reglas eclesiásticas se relacionan con él”, destacó el
columnista conservador Jimmy Akin en el National Catholic Register.
Pero
Akin hizo eco a las preocupaciones planteadas por el abogado canónico
Edward Peters, asesor del alto tribunal vaticano, quien dijo que
Francisco ponía un “ejemplo cuestionable” simplemente al hacer caso
omiso de las reglas de la propia iglesia.
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