Por José Mercader;-Muchas personas pensaban que cuando salía el humo negro por la chimenea
de la basílica San Pedro era porque se les habían quemado las papas a
los cardenales. Hoy se sabe que es porque no se ha elegido uno hasta que salga blanco para avisar en latín de lata: habemus papam.
Para Ratzinger ser papa no ha sido una papa, y él lo resume en su
última homilía como la hipocresía y la división de la Iglesia. Desde
que subió al trono empezaron las maldiciones por sus supuestos vínculos
con los nazis, por los escándalos de los curas abusadores de menores,
por lo del aborto, por lo de la igualdad interna y el deseo de que haya
una papa mujer, por lo de Sor María, la monja española del escándalo de
los bebés robados y revendidos.
Eso sí, los laicos juegan el 666 en
cualquier lotería apostando para que no vuelva la Inquisición. Esa es
la lista negra que el tocayo Joseph no resistió. El mundo espera ahora
una lista blanca, no para mejorar la imagen de la Iglesia sino su
accionar. Mi esperanza, aunque vana, es que el próximo papa sea Michel
Piccoli. En el mundo pues no hay mayor pecado que el de no seguir al
abanderado.
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