
Tras los acontecimientos de ayer en el entorno de la Casa Nacional del
PRD -forcejeos, empujones, pedradas, tiros y bombas lacrimógenas
incluidas- hay que llegar (¡¿pero otra vez?!) al convencimiento de que
para ciertos perredeístas, cada coyuntura o episodio partidario es el
escenario propicio para las bravuconadas, acusaciones,
contraacusaciones, el desorden, en una palabra, con el denominador común
de que es siempre gente de las bases la utilizada como punta de lanza o
carne de cañón, mientras los ideólogos de estas inconductas se la gozan
y sotorríen tras bastidores porque son pusilánimes y no se atreven a
dar la cara, pero sí gustan de usar de tontos útiles, más bien de
condones, a esa militancia apasionada que con poco impulso adopta una
actitud levantisca, ya que parece no olvidar aquellos tiempos idos de la
lucha en las calles y contra la represión que retóricamente repetíamos
“no es más que el reflejo de la dictadura yanqui-balaguerista”,
.
aunque
ya no están ocupando el territorio nacional las tropas norteamericanas
ni existe el presidente Joaquín Balaguer para seguir atribuyéndoles la
causa de “los embates de la oligarquía contra el pueblo oprimido”, pero
ahora hay que buscar a quien echarle la culpa: A Miguel Vargas Maldonado
(¡traidor y entregado al PLD!”, gritaba ayer la claque llevada con esos
y otros fines non sanctos frente a la Casa Nacional) y a Leonel
Fernández, responsable preferido, precisamente de quienes le temen
políticamente, de todo cuanto acontece y agudiza las contradicciones
internas en el partido blanco. Entretanto, la sociedad toda, incluyendo a
los integrantes de esa inmensa mayoría silente que decide en cada
proceso electoral, observa, observa y observa, para preparar nuevas
facturas a la organización, y cada vez más convenciéndose de cuanta y
gran razón tenía José Francisco Peña Gómez, líder histórico del
perredeísmo, en aquellas ocasiones en que a boca llena, con su voz
estentórea casi de trueno que cautivaba multitudes, solía proclamar que
“sólo el PRD destruye al PRD”…
Por Leo Hernández
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